Sunday, December 17, 2017
¿Te imaginas saber desde muy pequeña que tres doctores trataron de matarte?
Rachel Mary Guy
Pro vida, sin excepciones.
No puedo recordar un momento de mi vida en el que no supiera mi historia, pero a medida que fui creciendo Dios comenzó a crear una inquietud en mi corazón que me impulsó a la acción.
¿Te imaginas saber desde muy pequeña que tres doctores trataron de matarte? Era difícil pensar que alguien me hubiera querido matar pero me era aún más difícil saber que ellos eran médicos. Estaban en una posición de poder para insistir y presionar a mis padres para que terminaran con mi vida. De mi historia aprendí que los médicos tienen un gran poder no sólo para hacer el bien sino también para causar un tremendo mal y, lamentablemente, existen médicos que sólo valoran algunas vidas y desprecian otras y que no creen que merezca la pena luchar por TODAS las vidas ya que no toda vida es digna...
Rachel Mary Guy en Uganda
A los 14 años, Dios me inspiró para escribir a los seis médicos involucrados en mi nacimiento. Escribí a tres de los médicos para agradecerles que lucharan por mi vida y escucharan las súplicas de mis padres. Y llena de un profundo perdón y compasión, escribí a los otros tres médicos que les sugirieron que me abortaran. Les dije que los perdonaba y les hablé sobre el Evangelio y de cómo nuestro asombroso Salvador, Jesús, los ama apasionadamente y anhela que usen su poder para bien y no para mal.
Mientras miraba la cara de uno de los doctores que quiso acabar con mi vida en internet, lloré, porque está perdido y cree que el asesinato intencional de un bebé que va a nacer podría ser una "solución" para los padres de un niño enfermo.
Hasta el día de hoy, me desconcierta hasta qué punto ha llegado nuestra sociedad, donde las personas en posiciones de poder por ser médico pueden llegar a pensar que destruir vidas es salida para una vida inocente cuyo único crimen es su mal estado de salud.
En el ultrasonido de las 22 semanas de embarazo de mi madre, el técnico vio algo que no estaba bien y se lo notificó al médico. El médico entró, diciéndole frenéticamente a mi mamá que tenía que abortar porque de lo contrario ella y yo moriríamos y que yo debía tener alguna anomalía cromosómica no compatible con la vida ya que a mi madre le faltaba la mitad del líquido amniótico. Mi madre dijo que nunca abortaría y que me amaba.
Mi madre (esta vez acompañada de mi padre) volvió a las 24 semanas y sucedió lo mismo, pero esta vez todo el líquido amniótico ya había desaparecido. Este mismo médico les dijo (una vez más) que tenían que abortarme porque tenía una anomalía cromosómica que no era compatible con la vida. Cuando mis padres rechazaron el aborto, fueron enviados a hablar con otro médico en la misma clínica. Mis padres me dijeron que este médico con toda la calma del mundo -lo que hizo que esta conversación fuera aún más escalofriante y molesta por la manera en que se hablaba con respecto a mi vida- les dijo que debían abortar porque su hijo no tendría "calidad de vida". A lo que mi madre respondió: "Nuestro hijo tendrá calidad de vida porque este bebé conocerá el amor incondicional de Dios". El médico continuó diciendo: "Bueno, tendrá muchos otros hijos". Mi madre dijo: "Incluso si tenemos otros 100 niños, nosotros queremos a éste. Este bebé es valioso ". La conversación duró unos 20 minutos más, hasta que mi padre dijo:"No abortaremos, entonces, ¿qué harás para ayudarnos?". El médico respondió: "En todos mis años de práctica, nadie en su posición no ha abortado, así que todo lo que puedo recomendarles es ir a casa y esperar a que su bebé muera y usted regrese y dé a luz a un niño muerto". Mis padres se fueron a casa con el corazón destrozado, no sólo porque estos doctores menospreciaron mi vida y me dieron por muerta, sino también por la idea de que a otros padres se les convenza de que deben abortar. Mis padres no se dieron por vencidos y querían luchar por mi vida, pero no sabían cómo.
Cuando mis padres llamaron a mi abuela, ella dijo estas palabras que cambiarían todo: "Si todavía hay latido en el corazón, entonces hay esperanza". Dios usó las palabras de mi abuela para darles esperanza a través de Jesús. Mi padre habló con una ginecóloga de la iglesia y le contó mi situación. Y como ella conocía al doctor de mi mamá dijo que lo llamaría. Pero ni siquiera podía creer la repugnante respuesta que obtuvo del doctor. El médico afirmó que la única prueba que haría para mis padres sería una autopsia. La doctora que conocieron en la iglesia nos puso en manos de dos médicos de otro hospital que dijeron que respetarían los deseos de mis padres de luchar por mi vida.
Mientras que mi madre y yo estábamos al cuidado de estos nuevos médicos, nos vieron a AMBAS como sus valiosas pacientes. Pusieron a mi madre en reposo absoluto en el hospital y nací por cesárea el primer día de mi semana 26. Los doctores advirtieron que no sabían si yo nacería viva, y que sería como sacar el hueso de un durazno debido a la falta de líquido amniótico y en caso de nacer viva, estaría demasiado enferma como para hacer ruido. El amable doctor que me trajo al mundo dijo que nací “graznando”. Nací a las 26 semanas y pesé 1 libra 2 onzas.
Estuve en la NICU 5 meses y medio y le agradezco a Dios que mis padres nunca se dieran por vencidos en la lucha por mi vida. No sabían si yo viviría, ¡Pero afrontaron cada día y lo dejaron todo en manos de Dios!
Dios ha usado mi historia para abrir los ojos a la realidad de que vivimos en un mundo que devalúa y deshumaniza algunas vidas y que dentro del campo médico, e incluso dentro de la comunidad provida, "algunas" vidas, como la mía, son considerada como una "excepción". Mi historia me ha llevado a ser una voz no sólo en un mundo que despoja a las personas de su humanidad, sino también dentro de la comunidad pro vida para combatir por la dignidad de bebés con "anomalías fetales, anormalidades cromosómicas, concebidos en violación o incesto, embriones humanos destruidos de las FIV. Son seres humanos creados por Dios con el mismo valor intrínseco que cualquier otro niño. Cuando comenzamos a clasificar a los seres humanos en categorías de quién es valioso y quién no, ¿En qué nos diferenciamos de las personas que en el pasado deshumanizaron a diferentes grupos de personas?
Rachel y su madre
Desde que el mundo es mundo, ciertos grupos de personas han sido deshumanizados y despojados de su personalidad. ¿No es hora de que aprendamos de nuestra horrible historia y veamos nuestra humanidad a través de la lente de Dios? TODA vida es igualmente valiosa y todas somos personas, sanas o enfermas, sin importar cuán concebidas, hechas a la imagen de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo. Nuestra opinión acerca de una persona no cambia su / nuestra humanidad. La sociedad NO define nuestro valor. Dios sí lo hace. Si pudiéramos comprender esa verdad, ninguna vida sería marginada, considerada desechable y deshumanizada. Debemos fomentar leyes que protejan TODA la vida desde la fecundación hasta la muerte natural porque el hombre en su humanidad, como hemos visto históricamente, quiere redefinir lo que Dios ya ha definido. Nuestras leyes deben proteger a TODAS LAS PERSONAS y reconocer la dignidad inherente de toda la vida.
¡Toda la vida es valiosa! La sociedad ve la capacidad de una persona como lo que le da "valor", pero nunca reconoce que TODA la vida es innatamente valiosa porque TODOS somos creados por Dios.
Sunday, December 10, 2017
Él es mi bebé, el hijo de una víctima de violación y mi pequeño héroe
Por Kelly Dautel
traducción Gaby A. García
La frase que viene a continuación me molesta y enoja: “Soy pro-vida, excepto en casos de violación”. No puedo soportarlo y, al mismo tiempo, tampoco la típica respuesta: “Todavía es un bebé...”. Para que me comprendan, voy a extenderme un poco en este punto.
Me gusta la serie “Doctor Who”. He visto los capítulos completamente en desorden y varios episodios varias veces, simplemente porque me gusta. Uno de ésos es “The Long Game” (El Juego Largo) y en ese episodio el “Editor” ha mantenido eficazmente a toda la población humana como esclavos anulando su voluntad y demuestra que fue muy fácil: “Solamente es cosa de énfasis. La palabra correcta, difundida en la forma correcta y repetida las veces suficientes, puede desestabilizar una economía, inventar un enemigo y cambiar un voto”. Ésta es la razón por la que el término, “Hijo de un Violador”, existe.
Todos conocemos los diversos argumentos del aborto, tanto a favor como en contra y éste no es el debate al que me refiero hoy. Mi enfoque está en las víctimas de violación. Ahora, el argumento que a menudo se esgrime es: “Ellas deberían escoger si desean o no estar embarazadas del hijo de un violador”. ¿Lo han escuchado? Independientemente del significado que tengan las palabras, el uso en sí mismo de esa frase: “El hijo de un violador” desvirtúa el significado.
La violación es un acto horrible en contra de otra persona y cuando una mujer resulta embarazada, muchas suposiciones entran en escena, muchas de ellas crueles y dolorosas. Primero, tengamos un panorama completo de lo que se dice de las mujeres embarazadas víctimas de violación: “Una mujer no debería ser obligada a estar embarazada de un hijo al que no quiere. Ella no pidió ser violada. Ella no debería ser victimizada teniendo que pasar un embarazo con el hijo de un violador o teniendo que criar el recuerdo de su propia violación. Necesitamos pensar en la mujer y su estado mental. Sería muy difícil para ella criar a ese niño por su cuenta y tener que pasar por los nueve meses de gestación y el parto para traer al mundo algo de lo que no puede hacerse cargo o que le costaría mucho dolor, es horrible”.
Esto es algo que escucho todo el tiempo y suena creíble. Muchas personas están de acuerdo y es fácil pensar: ¿Quién no lo haría? ¿Por qué causarle a una mujer un dolor tan grande? Bien, veamos la verdad. El fundamento se encuentra en la idea de que el hijo de un violador no es un descendiente que cuente de entrada con una bendición. Pero estamos olvidando algo; ese niño tiene dos padres, genéticamente hablando, la mujer que fue violada, es ahora una madre. Estamos hablando del hijo de una víctima de violación, pero hacemos que suene bien la idea de matarlo porque es el hijo de un violador—según su ADN.
Al mismo tiempo, estamos quitándole importancia a la víctima de violación –ella no puede ser madre. Tenemos claro que ahora ella se encuentra dañada por la violación, que no se encuentra mentalmente estable y no tiene la capacidad de cuidarse a sí misma o de cuidar a un hijo. Ella, simplemente, no puede; y eso es total y completamente una gran mentira.
No es cuestión de decisión, es cuestión de percepción. Le estás diciendo a una mujer que porque alguien la violó ella no puede ser madre. Que porque alguien la violó no puede buscar terapia y que ahora debe aislarse y pretender que nada pasó; que porque alguien la violó ella debe olvidarlo y además ella no puede seguir adelante. Esto no es para nada saludable.
Yo que soy una víctima de violación, te digo que una mujer embarazada víctima de violación necesita ser motivada, necesita buscar ayuda para su depresión, ansiedad y posiblemente, para afrontar el síndrome post traumático. En lugar de ignorar lo ocurrido. Ella necesita aprender a aceptarlo, denunciarlo, comprender que lo ocurrido no la define y que puede vivir su vida sin miedo.
Yo digo esto por una simple razón: Yo fui violada. Viví una vida de abusos y traumas horribles, demasiado para poder explicarlo aquí. Me lastimaron siendo una pequeña niña, sin manera de protegerme a mí misma y sin el deseo de hacerlo. Fui abusada la primera vez a la edad de seis años y siguió durante años por parte de mi padre, mi hermano y un amigo de mi padre, un novio en la secundaria y extraños. Adicionalmente, me encontraba en una relación de pareja violenta que originó que necesitase una cirugía para colocar mi ojo en una nueva órbita y precisó que tuvieran que injertarlo dentro de mi cráneo porque el mío se encontraba tan dañado que ni siquiera podía repararse.
Para hacer más corta la historia, después de todas las veces en las que fui violada, después de todos los años de abuso, me encontraba sentada en la camilla de un hospital y me dijeron que estaba embarazada. No tenía un trabajo formal, no tenía un carro; ni siquiera tenía licencia de conducir. Era anoréxica, había días en los que estaba sin comer o solamente hacía una comida. Me encontraba en proceso de recuperación de autolesionarme (cortarme) y tenía pensamientos suicidas. No tenía mi propia casa ni nada. Traté de estudiar en la universidad, pero no podía obtener ayuda financiera porque era menor de edad y tenían que hacer un estudio financiero de mi padre a pesar de que no vivía con él y que no me ayudaba económicamente en nada. No podía cuidarme a mí misma, no quería cuidarme; solamente quería que mi dolor terminara y deseaba morir, pero era tan cobarde como para tomar la decisión de suicidarme y ahora estaba embarazada.
En este punto comencé a escuchar las dos diferentes historias sobre mí y mi hijo que aún no había nacido. La más fuerte era que yo estaba destruida, que no valía la pena, que no podía criar a este hijo y que iba a destruirme y que era mi decisión y que sería lo mejor para mí matar a mi bebé.
La otra versión que escuché fue que yo era valiosa, que yo no merecía lo que me ocurrió y que podía hacer lo que me propusiera y que si en eso planes se encontraba ser madre, entonces, SÍ; YO PODÍA. Escuché estas palabras de boca de mi predicador, de mi doctor, de mi terapista y de parte de algunos amigos y familia. Mientras que el mundo gritaba que yo era un desastre y que este bebé sería una carga, aquellos en quienes más confiaba decían que yo podía y que este bebé era una bendición.
Simplemente, veía a mi hijo como “mi hijo”. Fui a la Universidad por mi hijo. Empecé a comer correctamente y a seguir los consejos de un nutricionista por mi hijo. Denuncié y le di seguimiento con el Abogado de Distrito a los cargos presentados contra mi violador, por mi hijo. Estuve en terapia, en escuela padres y trabajé muy duro para ser una mejor persona, por mi hijo. Yo no decidí salvar del aborto la vida de mi hijo –mi hijo salvó mi vida-. Porque cuando me dijeron años atrás que estaba embarazada en aquella habitación, me dijeron que estaba embarazada de mi hijo.
Las palabras son tan fuertes y mi hijo no es el hijo de un violador. Él es mi bebé, el hijo de una víctima de violación y mi pequeño héroe. Mi hijo me ha mostrado lo que el amor incondicional es, lo que la familia debe ser y lo que se siente cuando alguien te dice: “Te amo” y lo dice con el corazón y sin condiciones y aún más, lo que se experimenta cuando eres tú quien dice “te amo” y saber que podría caminar sobre vidrios rotos por él. Por mi hijo.
Publico ésto y animo a todos los que lo lean a dejar de darle fuerza al enemigo y dejar de llamar a estos niños preciosos lo que no son y llamarles como se debe: víctima conjunta de un crimen, no casos de violación. Llámenlos los hijos de víctimas de violación, no los hijos de violadores. Díganle a la víctima de violación que ella puede, que ella tiene un valor incalculable y que puede superar cualquier cosa. El dolor, la culpa; las noches sin dormir, puede que no desaparezcan completamente pero si pueden disminuir. De la misma forma que yo, estas mujeres pasarán por esto. Ellas estarán mejor, ellas pueden cuidarse a sí mismas y ser una buena madre. ¡Díganle a una mujer que ella puede criar a su propio hijo!
Biografía: Kelly Dautel, vive en South Carolina (Carolina del Sur) junto a su esposo Steven, tres hijos y un precioso hijo que se encuentra en el cielo, a quien perdió durante el embarazo. Kelly es bloguera de Save The 1.
Saturday, December 2, 2017
Toda vida comienza con Dios
IMPACTANTE TESTIMONIO DE MADRE CUYO HIJO FUE CONCEBIDO EN UNA VIOLACIÓN
(Salvar El 1/LifeNews/InfoCatólica)
Traducido del original por InfoCatólica
Paula K. Peyton cuenta como desde el primer momento amó profundamente a su hijo, a pesar de haber sido concebido en un momento horroroso.
Durante mi embarazo, leí historias de otras mujeres que quedaron embarazadas por violación, a veces dos veces al día. Esas historias fueron una fuente de esperanza, me hicieron sentir que no estaba sola y me reafirmaron que era normal amar a mi hijo. Estoy escribiendo mi historia ahora con la esperanza de que otras mujeres sepan que no están solas, pero también siento que le debo a mi hijo abogar por otros bebés como él.
Hace seis años, a través de algunos amigos que trabajaban allí, tomé un puesto voluntario en Planned Parenthood como asesora y evaluadora de VIH de alcance comunitario, así que estaba en la comunidad y nunca pasé tiempo en la clínica, a excepción de la capacitación de certificación. Permanecer en la clínica de aborto me hacía sentir incómoda al saber que en la otra habitación, al final del pasillo, había un bebé muriendo. Tomé el puesto porque quería ayudar a las personas a conocer su estado con el VIH.
Políticamente «correcta»
En ese momento, me describía a mí misma como una «personalmente pro-vida, pero políticamente pro-elección». Nunca habría alentado a alguien a abortar, pero ahora me doy cuenta de que mi silencio sobre el tema tenía un impacto real. Un día, cuando hablé con una víctima de violación que vino a mí para una prueba de VIH y pensó que podría estar embarazada, guardé silencio. Años más tarde, supe que había sido cómplice de lo que ocurrió después cuando ella se fue con el personal de la clínica. Solía pensar en ella de vez en cuando. Sabía lo que era ser violada porque me había convertido en una víctima a la edad de 16 años. Pero no sabía cómo era, como solía pensar, «llevar el fruto de una violación dentro de ti».
En aquel entonces, incluso como alguien que estaba «personalmente a favor de la vida», pensé que debía ser horrible estar en una posición similar: elegir usted misma y su cordura, o este niño nacido por medio del horror. Pensaría: «¿Cómo podría alguien decidir qué hacer allí?» En mi opinión, ciertamente podría entender a alguien que hace una cita para un aborto. El recuerdo de esa mujer me duele ahora, ya que puedo ver mi propia necedad con claridad.
Abriendo los ojos
Mi claridad mental comenzó en el verano de 2016 cuando, como mujer soltera, inesperadamente quedé embarazada. Este carrete de desafortunados eventos comenzó con un chico y una decisión estúpida y terminó con un aborto involuntario y un corazón roto. Pocas personas en mi vida saben sobre el bebé que perdí. La escondí en mi corazón y traté de seguir adelante con mi vida. Después de todo, tengo un problema de infertilidad diagnosticado. El embarazo era algo para lo que se suponía que debía trabajar y ganar con años de visitas al médico y oración, en mi opinión de todos modos.
Perder a ese bebé, por un tiempo, se sintió como una retribución por mi participación previa en Planned Parenthood y por mi pertenencia a una posición política que defendía el «derecho a elegir».
Mi familia me ayudó a tener un pequeño servicio conmemorativo para la niña que llevo en mi corazón, y las cosas comenzaron a hacer clic para mí en mi cabeza. Si creía que la vida de mi hija merecía ser recordada a pesar de que no había respirado, ¿no todos los bebés perdidos en el útero merecen lo mismo? Y si los considerara vivos (lo que significaría abortarlos era una forma de asesinato), ¿cómo podría seguir siendo cómplice en el asesinato de bebés?
Pero, ¿qué pasa con aquellas mujeres que «NECESITARON» abortar? ¿Qué hay de las mujeres que no deberían ser «obligadas a llevar bebés de violadores», que «definitivamente necesitaban el procedimiento»? Tuve que expresar mis pensamientos y estar de acuerdo con que eso era para su beneficio. ¿Quién mejor para hablar por ellos que alguien que no tenía idea de lo que estaba hablando? Ahora en cambio, me río de mi arrogancia producida por mi ignorancia.
En enero de 2017 llegó el momento, y comencé el año con la esperanza de regresar a la universidad para terminar mi carrera de cuatro años en el otoño. Pasaría los meses entre tratando de averiguar si quería prepararme para la facultad de derecho o tratar de estudiar un seminario. Sí, tengo un trasfondo religioso. Tomé la decisión de bautizarme cuando tenía 10 años, pero siempre había separado mis creencias religiosas de mi política.
Comienzo de una pesadilla
Estaba conociendo a un chico que parecía lo suficientemente bueno. Iba a ser un año productivo. A mediados de enero, salí a tomar un par de copas con una amiga un sábado. Participamos en un evento de recaudación de fondos para apoyar a los activistas de derechos de agua para los nativos, lo que involucró hacer una donación para obtener tatuajes de Standing Rock. Con mi brazo cubierto con una envoltura de plástico para proteger el nuevo tatuaje mientras comenzaba a sanar, me detuve en el apartamento de este nuevo hombre para una breve visita. Hizo lo que a veces hacen los muchachos: hizo un movimiento. Me dolía el brazo y, después de mi aborto involuntario, no quería volver a pasar por eso. Así que rechacé sus insinuaciones y le dejé claro que no estaba interesado en eso y comencé a ir hacia la puerta para irme.
Estaba completamente conmocionada y congelada cuando su compañero de cuarto salió de su habitación con una pistola en la mano y se interpuso entre la puerta y yo. El hombre con el que había estado me dijo: «No creo que te vayas ahora». Estaba aterrorizada. Pensé: «Todo se acabó. Mi vida va a terminar». «Todo el tiempo estuve orando a Dios para que yo viviera cuando los dos me violaron a punta de pistola esa noche».
Cuando todo terminó, el chico me dijo que podía irme, y cuando salí me dijo: «Gracias por pasar un buen rato». En ese momento, me sentí como un gran pedazo de basura. Mientras manejaba a casa, llegué al punto en el que realmente no sentía nada de nada, como si fuera una simple existencia y simplemente entumecida.
Fui a casa y me duché, me duché y me duché. Intenté llamar a amigos, pero no pude contactar a nadie y no iba a dejar un mensaje.
En la iglesia esa mañana, hablé con mi pastora quien me apoyó mucho como víctima de violación. Pero ella en realidad me llevó a Walgreens para comprar el Plan B,que nunca tomé porque no era algo con lo que me sentía cómoda. No tomo anticonceptivos porque no me siento cómoda con eso. Ya sabía que Plan B podría tener el efecto de prevenir la implantación si ya se hubiera creado un embrión. Estaba preocupada por las enfermedades de transmisión sexual, y por supuesto, estaba preocupada por el embarazo, ya que sabía que podría estar ovulando. Había conversado con amigos en el pasado sobre el Plan B y habíamos hablado sobre no saber si hubieras perdido un bebé o no, y ya había llegado a la conclusión de que sería horrible no saberlo.
Supongo que me di cuenta de lo que sucedió, sucedió, y que si estaba embarazada, este ERA MI BEBÉ. No sé quién es mi padre biológico, entonces para mí, ¿cuál es la diferencia? Tus padres genéticos no son quienes te definen y yo ya lo sabía.
Una luz al final del tunel
Dos semanas después, volví a Walgreens y le devolví el Plan B a cambio de pruebas de embarazo.
«¿Qué pasa si estoy embarazada?», Pensé una y otra vez. Veinte minutos después, viendo una prueba positiva en mi baño, pude responder a esa pregunta: estaba teniendo un bebé. . . . ¡Y estaba rebosante de alegría!
En los días y semanas que siguieron, poco a poco compartí mis noticias con mis amigos más cercanos, y la mayoría de las veces, me ofrecieron caras llenas de piedad y una pregunta hecha de una manera que parecía como si pensaran que la respuesta era obvia: «¿Qué vas a hacer?» Supongo que asumieron que respondería con una cita, un nombre de clínica o describiendo algún plan de aborto cuidadosamente planeado.
«Estoy eligiendo la alegría», decía, y era instantáneamente claro que mi respuesta era lo más alejado de lo que se esperaban. Parecía que todos pensaban que estaba loca, pero nada sobre querer a mi hijo me parecía extraño. No entendieron que en el momento en que había visto la prueba de embarazo positiva, me di cuenta de lo fiel que es Dios para con nosotros.
Me sentí tan muerta por dentro por la totalidad de esas dos semanas entre mi victimismo y el descubrimiento de mi maternidad pendiente. Todo lo que hice en esas dos semanas parecía un acto de luto. La violación es devastadora. Es la muerte del espíritu de una persona de una manera profunda y física. Por el contrario, ¡el embarazo fue un renacimiento revolucionario! El Señor tomó una de las peores cosas de mi vida, algo tan oscuro y dañino, y de ella creó una vida. Después de semanas de esa oscuridad empañando todo lo que hice, de repente hubo una luz.
En un giro del destino que la «viejo yo» nunca vio venir, la única opción que yo, como víctima embarazada de violación, necesitaba hacer era abrazar esa luz, y lo hice. Tardé aproximadamente un segundo y medio para que mi corazón se llenara de amor por el pequeño que crecía dentro de mí,tanto amor que mi corazón no podía contenerlo y comenzó a derramarse en todas partes. Sonreí por primera vez en dos semanas, y no pude parar.
Entonces comenzó el sangrado. . . .
Estaba embarazada de aproximadamente 4,5 semanas y fui al baño en la fiesta de cumpleaños de un amigo solo para descubrir que había sangre. Mi corazón se hundió. ¿Estaba teniendo otro aborto espontáneo? El sangrado no fue grande. No tenía calambres. Una rápida búsqueda en Google desde el baño me llevó a un lugar lleno de esperanza: a veces esto puede suceder y no es el final. A medida que la hemorragia continuó, rezaba mucho mientras esperaba que llegara el día de mi primera consulta por ultrasonido. A las 6 semanas y 5 días, mi pequeño tuvo un latido del corazón y mi sonrisa regresó.
Mi ginecólogo me remitió a un obstetra y una semana después me hice otro ultrasonido en su consultorio. El sangrado había aumentado entre las dos citas, pero el bebé todavía estaba bien. Mi nuevo médico me dijo que el sangrado ocurre a veces en el primer trimestre. No es normal, pero tampoco es poco común. Ella dijo que no debería preocuparme a menos que se volviera más pesado. Lo hizo, una y otra vez.
Cada vez siguió el mismo patrón: el descubrimiento de sangrado extragrueso, lágrimas, una llamada al médico, instrucciones para acudir a la sala de emergencias para un ultrasonido, una espera que siempre fue demasiado larga, luego un fuerte latido de corazón y una llorosa oración de acción de gracias.
Incomprensión de amigos y familiares
Recé todos los días durante meses para que mi hijo sobreviviera. Mientras tanto, lentamente informé a una selección de personas sobre mi embarazo. En un minuto, estaría suplicando a Dios que proteja a mi hijo por nacer de la muerte en el útero. Al siguiente, recibiría esa pregunta («¿Qué vas a hacer?»), seguida poco después por los consejos no deseados para abortar «antes de que sea demasiado tarde». A veces se ofrecían a pagar por ello, como si las finanzas pudieran ser la única razón por la que no estaba asesinando a mi hijo. Los comentarios empeoraron a medida que pasaba el tiempo:
«¿Entonces vas a dar a luz al engendro de Satanás? ¡Abortarlo!».
«Esa cosa es malvada».
«Deberías deshacerte del bebé diablo».
Escuché eso y mucho más, palabras que quedaron impresas permanentemente en mi mente. Eliminé completamente a algunas personas de mi vida. Ya había tenido suficiente dolor durante e inmediatamente después de mi violación. El dolor de escuchar sus comentarios, algunos hechos incluso tan tarde como a las 26 semanas de mi embarazo (mucho después de llamar a mi hijo por su nombre), era demasiado difícil de soportar. Ver que la gente te diga que tu bebé debería ser asesinado y compararlo con Satanás era mil veces peor que ser violada. ¡Mi hijo no había hecho nada malo! ¿Cómo podría haberlo hecho? ¡Ni siquiera había tenido la oportunidad de aspirar aire a sus pulmones!
Continúa el peligro
Alrededor de la época en que tenía 16 semanas y media, mi obstetra se estaba más preocupado por la hemorragia constante, ya que no se podía culpar a la rareza del primer trimestre. Hizo más pruebas y descubrió que tenía una infección articular de transmisión sexual que contraje durante la violación que no había sido cubierta por los tratamientos preventivos que recibí en los días posteriores al asalto. Había causado que mi cuello uterino se irritara e inflamara increíblemente y, si no se lo trataba, podría provocar un parto prematuro y la muerte de un bebé demasiado pequeño para sobrevivir fuera del útero.
El diagnóstico tardó aproximadamente una semana, pero el tratamiento posterior no eliminó por completo de mi cuerpo la infección. Volvió nuevamente, y la hemorragia no se detuvo para nada hasta un par de días antes de que yo tuviera 20 semanas de embarazo, después de dos rondas más de píldoras. La paz fue efímera porque, a las 20 semanas tuve un virus estomacal que me llevó al hospital por una deshidratación severa. Sin embargo, de alguna manera, los fuertes latidos de mi hijo prevalecieron.
A través de todos los momentos terroríficos, estaba casi completamente sola porque demasiadas personas simplemente no entendían cómo podía dejar que este niño siguiera viviendo, creciendo y pateando en mi vientre. El embarazo es difícil, pero definitivamente es más difícil cuando tus amigos están inmersos en la cultura que nos rodea y no valoran la vida.
Los movimientos de mi hijo se hicieron más fuertes y comencé a sentir hipo y giros. En poco tiempo, tenía 39 semanas y me registré para ser tener un parto inducido en el hospital. No acepté ofertas para una epidural. Las enfermeras siguieron diciéndome que era «una estrella de rock» para lidiar con las contracciones sin medicamentos para el dolor.
La verdad es que ninguna contracción es tan dolorosa como la experiencia de personas que me dicen cuánto odiaron a mi perfecto e inocente hijo antes de que naciera. Pensaron que vería a mi violador en mi hijo. No lo hice y no lo hago. (En realidad se ve exactamente como yo lo hacía a su edad.) Pensaron que no podría amarlo. ¡Absolutamente! Pensaron que las dificultades financieras temporales eran demasiado para manejar. No lo son. Pensaron que nacería malvado. Ningún bebé le ha dado a mamá alguna tanto gozo como él ha traído a mi vida.
Mi hijo fue concebido en violación, pero su vida, como la de cualquier otro ser humano, comenzó con Dios. Y como cualquier otro bebé, la gente se enamora fácilmente de él, incluso algunas de las personas que se ofrecieron a pagar a un médico para asesinarlo. Él le muestra a la gente lo equivocados que estaban todos los días.
Esa lista incluye a su madre porque una vez pensé de la misma manera.
Paula K. Peyton, es escritora, madre de Caleb y ahora bloguera provida en Save The 1. Vive en Memphis, Tennessee.
Sunday, November 26, 2017
Excelente entrevista a nuestra presidenta, Rebecca Kiessling. Fue realizada por Aciprensa durante su visita a Chile y recogida por Religión en Libertad.
Para verla, pinchar estos enlaces:
Entrevista realizada por Aciprensa
Religión en Libertad (entrevista)
Para verla, pinchar estos enlaces:
Entrevista realizada por Aciprensa
Religión en Libertad (entrevista)
Monday, November 20, 2017
El Perú Provida es Moralmente Superior, por Rebecca Kiessling
Es un gran honor que me hayan invitado a hablar en Perú en el Primer Congreso Internacional DEFIENDE LA VIDA PERU. Soy abogada, esposa, madre de cinco hijos, conferencista pro vida internacional, escritora y Presidenta de Save the 1 (Salvar El 1), una organización pro vida internacional con una red de más de 525 personas que fueron concebidas en una violación (como yo) y madres que quedaron embarazadas como consecuencia de una violación y que, o bien han criado a sus propios hijos concebidos en violencia, son madres biológicas que los entregaron en adopción o abortaron en su momento y ahora lamentan haberlo hecho. Además, tenemos cientos de padres en nuestra red a los que se les recomendó abortar debido a diagnósticos pre-natales incompatibles con la vida, u otros también cuyos padres fueron aconsejados con la opción del aborto. Valoramos nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos. Y por eso animamos a la gente del Perú a continuar protegiendo la vida humana, ¡SIN EXCEPCIÓN!
Estoy segura que habrán oído a los que promueven el aborto decir que es una atrocidad forzar a la víctima de una violación a llevar en su seno “al hijo de un violador”. En primer lugar,no soy la hija de un violador, soy la hija de una víctima de una violación. A mi madre y a mí nos parece muy desagradable cuando se me describe de otro modo. ¡El violador no tiene ningún derecho sobre mí! Digan a todos aquellos que piensen tales cosas que no me insulten, ni tampoco a mi madre con este tipo de palabras.
En segundo lugar, es simplemente una monstruosidad castigar a un bebé inocente por el crimen de otra persona. La justicia determina que, en una sociedad civilizada, hemos de castigar a los violadores, no a los bebés. ¡Aquellos que quieren matar a niños inocentes son unos bárbaros!
Yo no merecía la pena de muerte por el crimen de mi padre biológico. Mi propia madre biológica intentó matarme en dos abortos ilegales, y ella era pro aborto cuando nos conocimos hace unos 29 años, pero hoy, ambas agradecemos que la ley nos protegiera del horror que supone el aborto, así como en la actualidad las mujeres y los niños de Perú cuentan también con esta protección. Mi madre relata que, en aquel momento, el aborto era la única opción que le ofrecían. No había centros de ayuda familiar para mujeres embarazadas y nadie le daba ninguna esperanza.
En Perú tienen legisladores que han puesto su punto de mira en niños como yo. A ellos les pido que rectifiquen y que no nos utilicen como anzuelo. Yo no quiero ser parte de ese juego en el que debo ser cazada y abatida. Soy una persona y merezco todo el respeto y el derecho a vivir tanto como ellos. Este estigma con el que se pretende marcarnos es deshumanizador y carente de toda moral, no sólo para aquellos concebidos no nacidos, sino también para aquellos que ya lo hicieron y son consecuencia de una violación. El dolor que provoca su odio es enorme y duradero.
Legalizar el aborto en caso de violación y otras excepciones es dejar claro a personas como yo que nuestras vidas son menos valiosas que cualquier otra por la manera en que fuimos concebidas. Imaginen que una nación prohibiera el aborto, pero lo permitiera en casos de bebés concebidos en hogares judíos, de familias católicas o de madres latinas, por poner ejemplos.
Un mensaje así daría a entender que estas personas tienen menor dignidad y no merecen la misma protección que las demás. Sin duda, habría un clamor internacional si la legalización de un perjuicio tal llegara incluso a proponerse, porque todo el mundo se daría cuenta de su enorme carga discriminatoria. Y, sin embargo, sucede lo mismo con mi asociación, donde sufrimos por la maldad y el desprecio constante hacia nuestras vidas. Las madres que han sobrevivido a una violación se lamentan al ver como sus hijos son sistemáticamente marcados y denigrados. Sufren incluso más porque, en ocasiones, se las acusa de no decir la verdad puesto que, si hubieran sido violadas, se da por supuesto que habrían abortado y también porque son mujeres que aman a sus hijos.
Nos reconforta la preocupación por las víctimas de una violación pero estas mujeres tienen mayor probabilidad de morir en el año siguiente a la agresión si han abortado que aquellas que optaron por dar a luz a sus hijos. El Dr. David Reardon, en su libro ‘Víctimas y Victoriosas: Sobre los embarazos, abortos e hijos nacidos de una agresión sexual’, cita los estudios que se han realizado sobre este punto. Después de un aborto, las víctimas de una violación tienen un índice más elevado de suicidio, drogadicción, etc. Los violadores, los pederastas y proxenetas promueven el aborto, porque destruye la evidencia de su crimen y les da vía libre para continuar sus fechorías y abusos. Incluso, en ocasiones la propia madre de una muchacha la ha explotado sexualmente o la ha abandonado a su suerte.
El bebé es siempre el héroe de la historia, por dejar la violación al descubierto, liberando a la madre de una situación abusiva, protegiéndola y sanándola. Así que, si se preocupan de las víctimas, deben proteger a las mujeres de su violador y del aborto, pero no del bebé. El niño no es el enemigo que deba asustarlas. Es absurdo sugerir que una mujer debe sentir miedo de un inocente bebé.
En relación al diagnóstico pre-natal que determina “incompatibilidad con la vida”, es imposible aplicárselo al bebé concebido cuando, en realidad, ya es un ser humano vivo. Mientras haya un latido del corazón, hay vida y hay esperanza. Los médicos que aconsejan el aborto en estos casos son los que realmente tienen un corazón enfermo y demuestran su falta de humanidad cuando se niegan a tratar a esos bebés cuyos padres no quieren abortar. Una mentalidad eugenésica se impone cuando se permite el aborto por cualquier razón.
Veo el lenguaje que usa el lobby abortista internacional y cómo intenta menospreciar a las naciones pro vida como Perú, tachándolas de anticuadas o “tercermundistas”, como si la eliminación de los más vulnerables fuera algo “progresista”. La verdad es que Perú es una nación moralmente superior porque han establecido los rasgos más importantes que una cultura debe tener, una cultura donde la gente es amada, respetada, protegida y aceptada. El sacrificio de un niño, eso sí es anticuado. Peruanos, por favor, no empiecen a favorecer una cultura de discriminación y de muerte.
Hace unos pocos años, empezamos SalvarEl 1, la sección española de Save the 1, porque nos dimos cuenta de que América Latina estaba en el punto de mira de los partidarios del aborto. De hecho, están usando el supuesto de la violación para intentar legalizar el aborto a la carta por cualquier razón durante los nueve meses de embarazo, a expensas del contribuyente, tal y como sucedió en los Estados Unidos. Sabemos lo importante que son nuestros testimonios porque son historias de vida que impactan emocionalmente más que cualquier argumento que pueda aportarse.
En los Estados Unidos la decisión de la Corte Suprema en el caso Roe vs Wade supuso un hito importante en la historia del aborto en mi país porque lo hizo legal en todo el territorio nacional. Norma McCorvey –su nombre real era Jane Roe- era una mujer embarazada cuyo abogado le aconsejó mentir sobre el hecho de haber sido violada por una banda. Años más tarde, ella misma buscó revocar el signo de su causa judicial, sintiendo sobre su conciencia el peso de los millones de almas que cada año eran abortadas por culpa de aquella sentencia de muerte. Alrededor de 60 millones de niños y niñas han sido asesinados sobre la mentira de una violación que nunca existió. Los defensores del aborto lo saben y por eso explotan el supuesto de la violación para abrir la puerta que ha de permitir el exterminio de cualquier ser humano concebido y todavía no nacido.
En cualquier lugar donde hablo, hago mención a ustedes los peruanos, y su VALIENTE Y FIRME defensa de la vida; de cómo luchan día a día a favor de la vida, como si su propia vida dependiera de ello; como hace un año y medio, el pueblo de Perú dijo NO a los muchos intentos por legalizar el aborto en casos de violación, y como un mes después, más de 500.000 personas participaron en la Marcha por la Vida en Lima. En Estados Unidos tuvieron que pasar 40 años desde la legalización del aborto para poder congregar a tanta multitud en una marcha por la vida.
Todas las personas con las que hablo se muestran impresionadas de cómo en Perú han conseguido reunir a tanta gente y también por el hecho de luchar por la vida de la persona concebida en una violación. ¿Saben ustedes cuánta gente asistió a la Marcha de la Vida en Estados Unidos cuando se empezó a legalizar el aborto por violación en los estados sureños a finales de los años 60? ¡Ninguna! No hubo ninguna marcha porque apena hubo alguien que se preocupara por esos niños. No fue hasta que el aborto se legalizó bajo cualquier circunstancia que se empezó a organizar concentraciones por la defensa de la vida. Eso no ha sucedido en Perú.¡La gente de este pueblo son más sabias y cuidadosas! ¡LOS FELICITO!
Cuando me pidieron hablar en Perú en el Primer Congreso Internacional DEFIENDE LA VIDA PERU, lo primero que pensé fue que tendría la oportunidad de conocer a esas personas que son héroes para mí y que constituyen una fuente muy valiosa de información y coraje. Perú demuestra al mundo entero cuán valiosa es toda vida humana. Son modelos y ejemplos pro vida para todos.
Recientemente, los promotores del aborto han intentado introducir un nuevo proyecto de ley en Perú para legalizarlo en caso de violación. Los partidarios de la muerte y la destrucción no van a cesar en su empeño. Por eso, les pido de corazón a la buena gente de Perú a que no se rindan. Por favor, no dejen que vuestra nación se convierta en un campo de exterminio como Estados Unidos, como Canadá y como tantos otros países de Europa y Asia. No derramen la sangre de niños inocentes peruanos en esta tierra de vida. Continúen protegiendo la vida desde el inicio de su concepción, de cada una de ellas, ¡sin excepción!
BIOGRAFÍA: Rebecca Kiessling es la fundadora y presidenta de Save The 1(Salvar el 1). Es esposa, madre, abogado, conferenciante internacional, escritora y activista. Ha hablado en los Parlamentos de diversos países, incluyendo Brasil, Chile, Irlanda, Irlanda del Norte, Polonia, Malta, Canadá y en el Congreso de los Estados Unidos; también en muchos de los parlamentos de los Estados americanos. Ha colaborado en la creación e introducción de proyectos de ley para proteger a las víctimas de violación y a sus hijos. Como abogado, ha litigado en numerosos casos concernientes a mujeres víctimas de violación y a sus hijos. Es también co-fundadora de Defensa del Embrión.
Sunday, November 19, 2017
El aborto es un acto cruel e inhumano
María Fátima Oliva
El artículo 15 de la Constitución Política del Estado Boliviano dice que: "Toda persona tiene derecho a la Vida y a la integridad física, psicológica y sexual. Nadie puede ser torturado, ni sufrirá tratos crueles, inhumanos, degradantes o humillantes". No existe la pena de muerte.
Si analizamos qué es el aborto vemos que es un acto de crueldad, con el hijo concebido; es un acto premeditado. Cuando mediante succión despedazan su frágil e indefenso cuerpo, o cuando se lo quema con salitre u otros químicos, el hijo concebido sufre crueles dolores y torturas en silencio en el vientre de la madre. Estamos violando nuestra Carta Magna y violando el derecho más importante, como es el Respeto a la Vida, al asesinar al hijo en el vientre de la madre.
¡No existe la pena de muerte en Bolivia! ¿Por qué, entonces, queremos dictar sentencia de pena de muerte al ser más indefenso? ¿Quién está interesado en asesinar al hijo concebido? Nuestra Constitución también dice en el artículo 13 que "Los derechos reconocidos por está Constitución son inviolables, universales, interdependientes, indivisibles y progresivos. El Estado tiene el deber de promoverlos, protegerlos y respetarlos".
Además los Tratados Internacionales como la Convención Americana de Derechos Humanos en su artículo 4.1 dice que "Toda persona tiene derecho a que se respete su vida". Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la Concepción. Nadie puede ser privado de la Vida ARBITRARIAMENTE. Ahora nos preguntamos, ¿será que los Padres de la Patria, que legislan para las generaciones venideras, quieren violar muestra Carta Magna y los Tratados Internacionales y legalizar el asesinato del hijo concebido? ¿Están obedeciendo a una agenda de muerte transnacional?
En consecuencia rechazamos enfáticamente la pretensión del proyecto de ley del Código de Sistema Penal Boliviano que en artículo 157.5 dice: "No constituirá infracción penal (aborto) cuando la interrupción voluntaria del embarazo sea solicitada por la mujer y concurran las causas siguientes; 1.- Que se realice durante las 8 primeras semanas de gestación, por única vez y la mujer se encuentre en situación de calle o dé pobreza. Además que declare no contar con recursos económicos suficientes para la manutención propia o de su familia, o tenga a su cargo un familiar adulto mayor o sea estudiante".
El Derecho a la Vida en Bolivia, pretenden hacerlo selectivo, con ciudadanos desechables, de primera y segunda clase por la condición económica o social. No aceptamos tal aberración jurídica. Todos los Bolivianos tienen derecho a nacer y a tener un Padre y una Madre con una vida digna y que se garantice el ejercicios de sus derechos, conforme a nuestro ordenamiento legal. ¡La muerte no pasará en Bolivia sobre el hijo concebido!
BIO: María Fátima Oliva madre de tres hijos. Abogada y Presidenta de Mujeres en Victoria. Vive en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Saturday, November 18, 2017
¿Qué dicen las víctimas de una violación sobre su embarazo?
Stephanie Gray
Con frecuencia, se oye argumentar:
“El aborto es necesario en aquellos casos en los que mujer es víctima de una violación y ha quedado embarazada”.
De todas las justificaciones que he oído sobre el aborto, ésta es, con diferencia, la más frecuente. Recordando una reciente entrada en el blog y la reseña del libro Una pregunta más bonita (A more beautiful question), me gustaría cuestionar esta afirmación con una serie de preguntas.
¿En qué se fundamenta este apoyo concreto al aborto? ¿Se basa en la afirmación que han hecho víctimas de violación que quedaron embarazadas y han dado luz a sus hijos? ¿O se basa en las declaraciones de víctimas que nunca han quedado embarazadas en una violación o tenido abortos? ¿Es posible quedarse embarazada después de una odiosa agresión sexual y aún así amar al bebé que se ha concebido?
Consideremos las historias de Amanda Berry, Gina DeJesus y Michelle Knight.
Estas tres mujeres fueron secuestradas (a las edades de 16, 14 y 21 años, respectivamente) y sufrieron violaciones diarias y otras torturas horrorosas a manos de Ariel Castro. Sobrevivieron más de una década recibiendo abusos inhumanos en su casa de Cleveland, Ohio.
Amanda quedó embarazada tres veces durante su cautiverio. ¿Cuál fue su reacción?
En la primavera de 2006 supo a través de las noticias que su madre había fallecido de un ataque al corazón.
Poco después, descubrió que estaba embarazada y escribió en su autobiografía: “Pienso que mi madre me envió este bebé. Fue su modo de regalarme un ángel. Alguien que me ayudara a recuperarme y me diera una razón para luchar”.
Ciertamente, en el libro Experiencias de supervivencia en Cleveland, que escribió con su compañera Gina, ellas se refieren así al bebé de Amanda concebida en violación: “Jocelyn Berry fue nuestra inspiración diaria. Hizo que aquel lúgubre lugar pareciera más luminoso y, en muchos sentidos, nos ayudó a superarlo”.
Amanda también escribiría de su hija Jocelyn: “Me preocupaba pensar que si yo tenía aquel bebé me recordaría a mi agresor por el resto de mi vida. Pero no es así. Esta pequeña es mi bebé. Todavía soy muy pequeña, quizás peso unos 50 kilos, menos que cuando llegué aquí, pero mi estómago me parece enorme. Me siento más como un ‘nosotros’ que como un ‘yo’. Cuando me encuentro triste o más deprimida de lo habitual, o cuando él (Castro) se comporta de modo desagradable y mi esperanza se desvanece, entonces me acaricio el vientre y le hablo a mi bebé”.
Después de dar a luz en aquella habitación de tortura escribió también: “Me acurruco en la cama con mi nuevo bebé. Mientras mi captor encadena mi tobillo a la cama, pienso en mi hija, nacida en esta prisión y en quién es su progenitor. Pero procuro centrar mi pensamiento en imágenes más felices; ella parece rebosar de salud y es tan hermosa… Voy a protegerla y ya veremos lo que el futuro nos depara”.
La experiencia de su compañera de calvario, Michelle Knight, fue muy distinta. Castro la embarazó hasta cinco veces y la golpeó cada una de ellas, sucesivamente, hasta matar a los bebés que había concebido. De hecho, Castro fue acusado de asesinato con agravante en cuatro de los supuestos.
La decisión del jurado ante estos cargos nos lleva a unas cuantas preguntas importantes: ¿Está mal matar por quien mata o por quien es asesinado? Si la muerte de esos bebés concebidos en violación supuso un delito para Castro, ¿no lo serán también para cualquier que mate a bebés también concebidos en violación? ¿Se fundamenta el Derecho humano a la vida en ser un ser humano o en las circunstancias según las cuales una persona fue concebida?
En su autobiografía 'Encontrándome: Una década de Oscuridad, una vida recuperada' (Finding me: A Decade of Darkness, a Life Reclaimed), Michelle escribe que cuando su verdugo la atacó con unas pesas porque estaba embarazada, ella gritó: “¡Para! Por favor, ¡No mates a mi bebé!”.
En otra ocasión en que la pateó el estómago para matar a otro bebé que había concebido, ella escribió: “Me levanté y fui al lavabo. Al rato metí la mano en el retrete y saqué a mi bebé muerto. Sollocé… La muerte me habría hecho sentir mejor que ver a mi propio hijo destrozado. Vi al feto en mis manos y le dije cuánto lamentaba aquello. Lo sentía muchísimo. Él no se lo merecía”.
Consideremos también la historia de Jaycce Dugard. La secuestraron Phillip y Nancy Garrido en California cuando sólo tenía 11 años de edad y la tuvieron encerrada durante 18 años. También sufrió violaciones y otro tipo de horrorosas vejaciones. Alumbró a su primer hijo a los 14 años y a un segundo bebé a los 17. Ella escribe de sus dos hijas concebidas en violación en el libro Una vida robada: Mis recuerdos' (A Stolen Life: a memoir): “Tuve a mis hijas para que me dieran fortaleza” y “les estoy muy agradecida”. De su primer embarazo diría: “La conexión que siento con este bebé cada vez que se mueve en mi interior es un sentimiento increíble”.
Jaycee también escribió: “¿Cómo logras superar algo tan doloroso como todo aquello que yo viví? Simplemente lo haces. Yo lo logré porque no me quedaba otro remedio. Y lo haría de nuevo. Lo más precioso en el mundo para mí nació de aquel horror… mis hijas”.
Alguien podría argumentar que esas mujeres sufrieron agresiones y alumbraron a sus bebés mientras se encontraban en cautiverio. Ello explicaría que esas nuevas vidas supusieron una luz de esperanza en aquel entorno de sufrimiento y oscuridad que estaban viviendo; sin embargo, para las víctimas de una violación que no sufren ese entorno vejación, un hijo supone un recordatorio doloroso e innecesario.
Lianna Rebolledo
Como respuesta a este planteamiento, podríamos considerar el testimonio de mi amiga Lianna. Fue secuestrada y violada a la edad de 12 años. Después de aquella agresión se dio cuenta de que estaba embarazada. Un médico le ofreció la posibilidad de abortar y ella le preguntó si aquello iba a borrar la violación y disminuiría su dolor y sufrimiento. Cuando el doctor le dijo que el aborto no iba a borrar nada ella pensó: “Si el aborto no va a sanar nada, no veo la razón de hacerlo”. Decidió seguir adelante con el embarazo y dio luz a una hermosa niña a la que está enormemente agradecida. De hecho, Lianna quedó tan traumatizada por la violación que consideró la posibilidad del suicidio; pero reconoce que no llegó a quitarse la vida porque no quería matar a su bebé. En efecto, aquella niña concebida en la violación resultó la motivación para continuar viviendo y siempre dice que su hija le salvó la vida.
Ciertamente, no negaré que no todo el mundo reaccionará de la misma manera llegado el caso. Consideremos el genocidio de Ruanda donde se dieron violaciones masivas: se estima que unas 200.000 mujeres fueron violadas y 20.000 de ellas quedaron embarazadas.
Una superviviente, Jacqueline, fue asaltada por un grupo de violadores y quedó embarazada de su hija Angel. Aunque inicialmente quedó traumatizada por la terrible agresión (como también por el asesinato de su marido e hijos), de hecho, intentó envenenarse y también a su hija cuando todavía era una bebé; finalmente, recibió apoyo y empezó a amarla hasta el punto de considerar que Angel había sido un regalo de Dios.
Con la ayuda y el apoyo correctos, es posible llegar a distinguir la inocencia de un bebé de la culpa de un progenitor. Después de todo, la presencia del bebé concebido en violación se convierte en el mejor de los remedios.
Otra pregunta a tener en cuenta es ésta: ¿Desviolará a una víctima el hecho de abortar?
La respuesta a esta pregunta es obvia. Recuerdo que en una ocasión puntualicé que, quede o no embarazada una víctima de violación, el asalto ya es de por sí un trauma que no desaparece. Una víctima de abusos sexuales me confesó: “Cierto, hace ya diez años que sucedió y sigo cada día con ello”.
Así, la siguiente pregunta a plantearnos es ésta: ¿Qué resulta más duro: ser un inocente al que se ha maltratado o maltratar a un inocente?
Mi amiga Nicole Cooley quedó embarazada después de una violación y abortó. Ella dijo: “Para mí, tener aquel aborto supuso ser violada de nuevo, incluso peor, porque en aquella ocasión yo consentí a la agresión”.
Nicole Cooley
Recordemos a Penny Ann Beernsten. En 1985 fue violada mientras corría alrededor del lago Michigan. Lamentablemente, identificó a un hombre inocente, Steven Avery, como el responsable del crimen cometido y éste fue encarcelado durante 18 años hasta que el verdadero violador, Gregory Allen, fue identificado con nuevos métodos tecnológicos.
Penny escribió: “El día que supe que había sido exonerado de toda culpa fue peor que aquel día en el que fui violada. Realmente luché cuando mi asaltante me agarró. Le arañé, le golpeé y lo hice con furia. Después de los resultados del ADN me sentí sin fuerzas. No podía devolverle a Steve los años que había perdido”.
Estas mujeres sufrieron experiencias horrorosas que ningún ser humano debiera afrontar, pero ambas reconocieron un dolor más grande si cabe cuando se dieron cuenta que sus decisiones habían lastimado a otra gente.
Por supuesto, nadie negará el impacto que su tragedia provocó en la lucidez de su juicio, y en el ánimo de los que las atendieron entonces, impactados por la magnitud de los hechos y que procuraron aconsejarlas correctamente; pero lo cierto es que resulta más doloroso y difícil aceptar que se ha hecho una injustica y un daño a un inocente que ser un inocente que ha recibido un daño.
Además, como el bebé concebido en una violación deberás salir del cuerpo de la víctima de un modo u otro, ¿qué es mejor, sacarlo vivo o muerto?
En una encuesta realizada a 192 mujeres que habían quedado embarazadas después de una agresión sexual, casi el 80% de las que habían abortado, aseguraron que el aborto resultó una solución equivocada. Entre el grupo de mujeres que decidieron dar vida a sus hijos, todas ellas se alegraron de haber seguido adelante con el embarazo y ninguna lamentó no haber abortado.
El documental Digno de vivir: una mirada a los casos difíciles” (Allowed to Live: A Look at the Hard Cases) comparte historias asombrosas de gente que lamenta el aborto después de una violación, mujeres contentas de haber dado luz a sus hijos y personas que agradecen a sus madres el haber protegido sus vidas.
Esto me hace pensar en mi amigo Ryan Bomberger. La madre biológica de Ryan fue violada. Como dice en su biografía: “Fui adoptado a las 6 semanas de edad y crecí en una encantadora familia cristiana multirracial de 15 hijos”. Con hermanos de diferentes etnias, creció valorando y apreciando la diversidad. Diez de los quince hijos habían sido adoptados por esta formidable familia. Su vida desafía el mito del niño “no deseado”, pues fue adoptado y amado y salió adelante.
Stephanie Gray es una conferenciante pro vida. Dio su permiso para traducir y reproducir su artículo en salvar el 1.
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