Foto: CNS
El presidente de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores reconoce el daño causado por su predecesor en la archidiócesis de Boston, el cardenal Bernard Francis Law, al encubrir a los sacerdotes acusados de abusar sexualmente de niños
El contraste entre los dos últimos arzobispos de Boston es, probablemente, el mejor símbolo del cambio vivido por la Iglesia a raíz del escándalo por los abusos sexuales por parte de sacerdotes. El recuerdo del cardenal Bernard Francis Law, fallecido este miércoles, está teñido por su complicidad y encubrimiento a los sacerdotes acusados.En cambio su sucesor, el cardenal Sean O’Malley, además de haber atajado este problema en la archidiócesis, preside en la actualidad la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores y es la principal figura de la Iglesia en la batalla contra los abusos.
En un comunicado hecho público con motivo del fallecimiento del cardenal Law, O’Malley pide una vez más «mis más sinceras disculpas» a quienes sufrieron abusos y a sus allegados «por el daño que sufrieron, mis continuas oraciones y mi promesa de que la archidiócesis los apoyará» en su camino hacia la sanación». La muerte de su precedesor –reconoce– «suscita un amplio abanico de emociones», especialmente entre las víctimas.
Hacia la sanación y la reconciliación
Reconoce que durante el episcopado del cardenal Law, «la Iglesia fracasó gravemente en su responsabilidad de proporcionar atención pastoral a su gente y de cuidar a los niños de nuestras comunidades parroquiales, con resultados trágicos. Lamento profundamente esta realidad y sus consecuencias».
«Desde que llegué a Boston –recuerda O’Malley–, mi objetivo primario ha sido trabajar por la sanación y la reconciliación entre los supervivientes, sus familias y la comunidad de los católicos, para quienes la crisis de los abusos fue una experiencia devastadora y una gran prueba a su fe». Destaca, en esta labor, el papel de los sacerdotes y las religiosas que se encargan de la atención pastoral a las víctimas.
Por otro lado, el cardenal O’Malley matiza que el encubrimiento de los abusos sexuales no es la única dimensión del legado de su predecesor. Como sacerdote, «estuvo profundamente implicado en la lucha por los derechos civiles», además de ser «un líder en el movimiento ecuménico e interreligioso tras el Concilio Vaticano II». «Era conocido por visitar a los enfermos y moribundos, ricos y pobres, jóvenes y ancianos, a cualquier hora del día o de la noche».
Telegrama del Papa
Mucho más escueto es el telegrama de condolencias del Santo Padre. «Deseo expresar mis condolencias al colegio de cardenales. Elevo oraciones por el reposo de su alma; que el Señor, Dios rico en misericordia, lo acoja en su eterna paz», escribe el Pontífice.
María Martínez López
Bernad Law, el cardenal que inspiró la película Spotlight
En los trágicos acontecimientos de Boston fue símbolo de la pasividad
E14 de marzo de 2013, al día siguiente de su elección como Papa, Francisco acudió a rezar a la Basílica de santa María la Mayor. Nada más entrar, se cruzó con su arcipreste honorario, el cardenal norteamericano Bernard Law. «No quiero que siga frecuentando está Basílica», le espetó. El Vaticano reconoció posteriormente que Law estaba al tanto de la visita papal y quiso estar presente.
Sin embargo, Francisco era consciente del daño que los casos de abusos sexuales habían causado a la reputación de la Iglesia. De ahí que no estuviera dispuesto a consentir el más mínimo gesto de cercanía al purpurado que se había convertido en símbolo de encubrimiento y pasividad en relación con esos trágicos acontecimientos en la Archidiócesis de Boston, una de las más señeras del catolicismo estadounidense, de la que Law era titular desde 1984.
Todo empezó en enero de 2001 con las revelaciones de «The Boston Phoenix»: su reportera Kirsten Lombardi dio la palabra a Mark Keane, quien aseguró haber sufrido abusos en repetidas ocasiones por el padre John Geoghan, que trabajó durante más de tres décadas a las órdenes de varios arzobispos de Boston. La víctima añadió que le constaba que Law no solo no tomó medidas contra el sacerdote, sino que siguió enviándole a varias parroquias donde estaba en contacto con menores de edad.
El caso Geoghan fue la punta del iceberg de un escándalo que acabaría implicando a más de sesenta sacerdotes que operaban bajo la autoridad de Law. Fueron aflorando los testimonios de miles de víctimas. En 2007, tras los inevitables juicios penales, la Archidiócesis tuvo que desembolsar la friolera de 600 millones de dólares en concepto de indemnizaciones.
Para entonces, Law, que nunca fue imputado, ya había renunciado a la Archidiócesis –lo hizo en diciembre de 2002– y se trasladó a Roma. ¿Sabía Juan Pablo II de la intolerable actitud de quien fue su cardenal de confianza en Estados Unidos? Las informaciones más recientes apuntan a que no. Mas no deja de sorprender que, una vez en la Ciudad Eterna, Law se integrase en diversos dicasterios de la Curia y participase activamente en sus trabajos sin que su presencia molestase lo más mínimo.
Incluso viajaba: ¿qué hacía, con todo lo que llevaba a cuestas, en el Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Valencia? Asimismo, resultó particularmente inoportuna la sonora celebración de su ochenta cumpleaños en un restaurante de Boston, ciudad a la que volvió esporádicamente.
Triste final de trayectoria para un eclesiástico formado en Harvard que en sus inicios en Misisipi recibió amenazas de muerte por su defensa de los derechos civiles y que impulsó el ecumenismo y el diálogo interreligioso en todo Estados Unidos. Compatibilizó esa mentalidad abierta con la firmeza doctrinal al pedir un catecismo único de la Iglesia que disipara las disidencias teológicas. Su deseo fue satisfecho en 1992. Pero no se le recordará por eso.
Sin embargo, Francisco era consciente del daño que los casos de abusos sexuales habían causado a la reputación de la Iglesia. De ahí que no estuviera dispuesto a consentir el más mínimo gesto de cercanía al purpurado que se había convertido en símbolo de encubrimiento y pasividad en relación con esos trágicos acontecimientos en la Archidiócesis de Boston, una de las más señeras del catolicismo estadounidense, de la que Law era titular desde 1984.
Todo empezó en enero de 2001 con las revelaciones de «The Boston Phoenix»: su reportera Kirsten Lombardi dio la palabra a Mark Keane, quien aseguró haber sufrido abusos en repetidas ocasiones por el padre John Geoghan, que trabajó durante más de tres décadas a las órdenes de varios arzobispos de Boston. La víctima añadió que le constaba que Law no solo no tomó medidas contra el sacerdote, sino que siguió enviándole a varias parroquias donde estaba en contacto con menores de edad.
El caso Geoghan fue la punta del iceberg de un escándalo que acabaría implicando a más de sesenta sacerdotes que operaban bajo la autoridad de Law. Fueron aflorando los testimonios de miles de víctimas. En 2007, tras los inevitables juicios penales, la Archidiócesis tuvo que desembolsar la friolera de 600 millones de dólares en concepto de indemnizaciones.
Para entonces, Law, que nunca fue imputado, ya había renunciado a la Archidiócesis –lo hizo en diciembre de 2002– y se trasladó a Roma. ¿Sabía Juan Pablo II de la intolerable actitud de quien fue su cardenal de confianza en Estados Unidos? Las informaciones más recientes apuntan a que no. Mas no deja de sorprender que, una vez en la Ciudad Eterna, Law se integrase en diversos dicasterios de la Curia y participase activamente en sus trabajos sin que su presencia molestase lo más mínimo.
Incluso viajaba: ¿qué hacía, con todo lo que llevaba a cuestas, en el Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Valencia? Asimismo, resultó particularmente inoportuna la sonora celebración de su ochenta cumpleaños en un restaurante de Boston, ciudad a la que volvió esporádicamente.
Triste final de trayectoria para un eclesiástico formado en Harvard que en sus inicios en Misisipi recibió amenazas de muerte por su defensa de los derechos civiles y que impulsó el ecumenismo y el diálogo interreligioso en todo Estados Unidos. Compatibilizó esa mentalidad abierta con la firmeza doctrinal al pedir un catecismo único de la Iglesia que disipara las disidencias teológicas. Su deseo fue satisfecho en 1992. Pero no se le recordará por eso.
José María Ballester Esquivias
Bernard Francis Law nació en Torreón (México) el 4 de noviembre de 1931 y falleció en Roma el 20 de diciembre de 2017. Formado en Harvard y en distintos ateneos católicos de Estados Unidos, ejerció como periodista, fue ordenado sacerdote en 1961, desempeñó la secretaría de Asuntos Ecuménicos del Episcopado norteamericano, fue nombrado obispo de Springfield en 1973 y arzobispo de Boston en 1984.
Fecha de Publicación: 21 de Diciembre de 2017
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