lunes, 8 de diciembre de 2014

Beato Pablo VI, «Testigo de la verdad» (II)

domingo 02 de noviembre de 2014
Beato Pablo VI, «Testigo de la verdad» (II)

Necesitamos conocer más y mejor a este Papa, “manso y humilde corazón”, como su Señor, que estuvo para servir y dar su vida por todos. Se le conoce quizá poco, y, sin embargo, deberíamos conocerlo más y mejor porque es tan rica su enseñanza, tan orientativos y sabios sus escritos, tan actual y vivo su magisterio, tan luminosa su palabra y tan ejemplar su vida, tan empeñativos y tan significativos sus gestos y propuestas en pro de la paz, del desarrollo y progreso de los pueblos, de la familia, tan fundamental cuanto dijo e hizo para centrar nuestra vida en Dios y superar la secularización tan lacerante que padecemos tanto tiempo. Si tal conocimiento fuese mayor y mayor también la identificación con su persona y su legado estoy seguro que la Iglesia en nuestros días y el mundo de hoy se verían altamente favorecidos y mejorados. Fue un profeta en muchas cosas, por ejemplo, en la visión que nos proporcionó en su encíclica “Humanae Vitae” tan necesaria en nuestros días y de tan largo alcance para el futuro de los hombres, tan decisiva para comprender la verdad, la grandeza y la belleza del matrimonio, del amor y la sexualidad, aunque esta encíclica sea recibida muy a contracorriente o rechazada por el espíritu hodierno de tantos poderes mundanos; esta encíclica profética ha marcado una etapa nueva y esperanzadora sobre la vida y su transmisión, y en ella “se subrayan los fuertes vínculos existentes entre la ética de la vida y la ética social” (Benedicto XVI). Por eso resulta muy providencial y constituye un signo de Dios para hoy, el que su beatificación sea en la conclusión del Sínodo extraordinario sobre el matrimonio y la familia.

También siento como un aldabonazo cuando veo que es beatificado el domingo en que la Palabra de Dios, en la Liturgia, nos habla de Dios, revelado como “el único Señor, no hay otro, fuera de Él, sólo Él es Dios”, “Dad a Dios lo que es de Dios”... Como pocos, el Papa Pablo VI proclamó esto que es lo sustancial de la fe; por ejemplo, sus alocuciones y discursos del “Año de la Fe de 1967” nos habla de Dios frente al drama de nuestro tiempo, el humanismo ateo, con una fuerza y una clarividencia que hoy necesitamos como nunca. En todo nos lleva a la gran cuestión: la fe.

No en balde nos dejó el ya citado Credo del Pueblo de Dios (1968), uno de sus principales escritos, como él mismo reconoció en un discurso ante el Colegio Cardenalicio de junio del 78, "para recordar, para reafirmar, para corroborar los puntos capitales de la fe de la Iglesia misma, en un momento en que fáciles ensayos doctrinales parecían sacudir la certeza de tantos sacerdotes y fieles, y requerían un retorno a las fuentes. Gracias al Señor, muchos peligros se han atenuado; no obstante frente a las dificultades que hoy debe afrontar la Iglesia, tanto en el plano doctrinal como disciplinar, Nos seguimos apelando enérgicamente a aquella sumaria profesión de fe, que consideramos un acto importante de nuestro Magisterio pontificio; porque sólo con fidelidad a las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia, transmitidas por los Padres, podemos tener esa fuerza de conquista y esa luz de la inteligencia y del alma que proviene de la posesión madura y consciente de la Verdad Divina...; ha llegado el momento de la verdad, y es preciso que cada uno tenga conciencia de las propias responsabilidades frente a decisiones que deben salvaguardar la fe, tesoro común que Cristo, el cual es Piedra, es Roca, ha confiado a Pedro, Vicario de la Roca, como le llama san Buenaventura" (Pablo VI). Palabras claves de un sucesor de Pedro que definen su pontificado, que agradeceremos siempre, y que, ahora, proclamado beato, sigue confirmándonos en la fe y en la caridad, en la unidad y en la renovación eclesial, en el diálogo con el mundo para mostrarles a los hombres y entregarles, con obras y palabras, al sólo Dios revelado en el rostro humano de su Hijo.

Así, con razón, es preciso reconocer que fue el Papa de la nueva evangelización. Ahí queda esa Exhortación Apostólica suya, ya citada, “Evangelii Nuntiandi” la gran luz que necesitábamos y que sigue alumbrando con una grandísima fuerza para guiar en estos momentos la evangelización del mundo contemporáneo, que es, en expresión suya, “la dicha y la identidad más profunda de la Iglesia”. Es un signo que su beatificación haya acaecido, precisamente, el día de las misiones, que evoca la urgencia y la identidad de la Iglesia llamada a anunciar el Evangelio a todas las gentes, conscientes, como el mismo Beato nos indicó, de que el hombre de hoy es más sensible al testimonio que a las palabras, que tampoco pueden faltar en un anuncio explícito que dé razón de la esperanza que nos anima y que da sentido a lo que vivimos: Jesucristo.

Nunca podremos agradecer bastante lo que hizo este Papa, cuyo pontificado tuvo un punto álgido en el "Año de la fe" (1967) con aquellos mensajes y discursos tan importantes en que ofrece, en verdadero y claro diálogo con el mundo, la verdad de la fe cristiana a un mundo, a una humanidad, amenazada bajo el drama del humanismo ateo, y en trance de destruirse por el olvido de Dios.

Se sabe que, pocos días después de ser elegido, le dijo a su secretario: "Me son conocidas las voces que llegan de unos diciendo que el nuevo Papa debe ser un innovador, de otros que piden que sea tradicionalista; éstos, que existencialista; aquellos, que más bien debe ser un profeta arriesgado. Mi única respuesta: el Papa es el Papa y nada más". En aquellas delicadas circunstancias, claves y extremadamente difíciles, confesó al querido y recordado D. Marcelo González, cardenal que aplicó el Concilio como pocos: "Hemos de seguir adelante con mucha paciencia. ¡Hay que seguir! Algunos dicen que yo tendría que actuar de otro modo, pero me he trazado mi norma de conducta. Tengo una luz encendida; y el que quiera verla que la vea: es mi predicación continua y mi llamada a los sacerdotes, a los religiosos, a los fieles, a todos. Otras medida no creo oportuno tomar".

Ese fue su actuar, actuar de Papa. Hoy podemos decir con toda razón: "¡Gracias a Dios que nos dio aquel Papa, un Papa santo y sabio, libre, hombre de Dios, amigo fuerte de Dios, que nos confirmó en la fe y en la verdad, y nos mantuvo en ella".

+ Antonio Cañizares Llovera
Arzobispo de Valencia  

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