Excelente artículo, para
difundirlo ampliamente por razones de justicia.....
Hasta algunos que se
dicen católicos, no pierden la oportunidad de sacar este tema contra los
sacerdotes. Un solo caso, es injustificable, pero realmente juzgar a toda la
iglesia y a los verdaderos católicos, es realmente una injusticia.
Ninguna otra
organización (religiosa o laica) hace tantas cosas a favor de la humanidad
(hospitales, colegios, cuido de ancianos, de niños sin familia, misiones humanitarias,
esfuerzos por construir un mundo de paz, etc. Pero basta un error humano, no
divino, para que sea explotado contra toda la iglesia, por sus enemigos,
conscientes o inconscientes, para difundir, con toda intención, estos hechos.
Pienso que muchos de
estos detractores, tienen "cargas de conciencia" y sienten en su silencio que la
doctrina cristiana "se lo reclama" Y su "defensa", y tonta
justificación, es el ataque a quien supone le acusa.
¿Es usted
cura? No puedo mirarle a usted ni a ningún otro sin pensar en un abusador
sexual
|
||
|
||
|
||
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|
||
Timothy Dolan, el arzobispo
de Nueva York, es un hombre de estilo cercano y expresión muy clara. Varias
veces se ha enfrentado con el todopoderoso New York Times desde su carta
semanal y su blog (http://blog.archny.org),
muy seguido por su agilidad y carácter personal. Dolan no rehúye los temas
conflictivos, sino que los afronta en primera persona: también el tema de los
abusos sexuales. A continuación presentamos una traducción del texto del
arzobispo Dolan sobre una experiencia vivida en 2011, titulado "An airport encounter"
Era sólo la tercera vez que
me pasaba en mis 35 felices años como sacerdote, las tres veces en los
últimos 9 años y medio. Otros sacerdotes me cuentan que les ha sucedido
muchas más veces. Pero tres son bastante. Cada vez me agitó hasta la náusea.
Acababa de llegar al
aeropuerto de Denver para hablar en su popular convención anual, Living Our
Catholic Faith. Mientras esperaba al tren eléctrico que me llevase a la
terminal, un hombre de unos cuarenta y pico años, que también estaba
esperando, se me acercó.
- "¿Es usted un
sacerdote católico?", preguntó con amabilidad.
- "Sí, claro. Mucho
gusto", le dije, tendiendo mi mano. Él la ignoró.
- "Crecí en un hogar
católico", respondió. Yo no estaba preparado para el filo aguzado de su
estileto. "Ahora soy padre de dos chicos, y no puedo mirarle a usted ni
a ningún otro cura sin pensar en un abusador sexual".
¿Qué responder? ¿Chillarle?
¿Pedir disculpas? ¿Expresar comprensión? Admito que todas esas reacciones
vinieron a mi mente mientras me debatía entre la vergüenza y la rabia por el
daño y la herida que infligía con esas palabras punzantes.
- "Bueno", me
recobré lo suficiente; "sin duda, lamento que lo sienta así. Pero,
déjeme preguntarle... ¿automáticamente cree ver un abusador cuando ve un
rabino o un ministro protestante?"
- "En absoluto"
- "¿Y cuando ve un
entrenador, un líder boy scout, un padre de acogida, un consejero o
médico?"
- "Por supuesto que
no", respondió. "¿Qué tiene que ver con esto?
- "Mucho",
respondí. "Porque cada una de esas profesiones tiene un porcentaje de
abusadores tan alto, quizá más, que los sacerdotes".
- "Quizá", admitió.
"Pero la Iglesia es el único grupo que sabía lo que pasaba, no hizo
nada, y se limitó a pasar los pervertidos de un lado a otro".
- "Parece obvio que
usted nunca vio las estadísticas sobre los profesores de colegios
públicos", comenté. "Solo en mi ciudad de Nueva York, los expertos
dicen que la proporción de abusos sexuales entre profesores de la escuela
pública es diez veces más alta que entre los sacerdotes, y esos abusadores,
simplemente, fueron transferidos de un sitio a otro".
[Si hubiese conocido las
noticias del New York Times sobre la alta tasa de abusos contra los más
indefensos en la mayoría de hogares tutelados por el estado, con abusadores
simplemente transferidos de un hogar a otro, también lo hubiera mencionado].
No respondió, así que
continué.
- "Perdone que sea tan
contundente, pero usted lo fue conmigo, así que permítame preguntar: ¿cuando
usted se mira al espejo, ve un abusador sexual?"
- Ahora era él quien se
sobresaltaba como yo antes. "¿De qué demonios me habla?", dijo.
- "Es triste, pero los
estudios nos dicen que la mayoría de los niños abusados sexualmente son
víctimas de sus padres o de otros miembros de la familia", respondí.
Ya era bastante. Le vi
inquieto y traté de suavizarlo.
- "Le diré que, cuando
le veo a usted, yo no veo un abusador, y apreciaría la misma consideración
por su parte".
El tren nos había llevado a
la zona de recogida de equipajes y salimos juntos.
- "Bien, entonces ¿por
qué sólo oímos toda esa basura acerca de ustedes los curas?", preguntó,
pensativo.
- "Lo mismo nos
preguntamos los curas. Tengo una serie de razones, si le interesa".
Asintió mientras caminábamos
hacia la cinta transportadora.
- "Por un lado, los
curas merecemos un escrutinio más intenso porque la gente confía más en
nosotros, ya que osamos afirmar que representamos a Dios, así que si uno de
nosotros hace esas cosas, aunque sólo una diminuta minoría lo haya hecho, es
más desagradable. Segundo, me temo que hay muchos por ahí que no aman a la
Iglesia y hacen lo que pueden por dañarnos. Este es un tema con el que adoran
azotarnos sin descanso. Y tercero, y odio decirlo, se puede sacar mucho dinero
denunciando a la Iglesia Católica, mientras que apenas vale la pena denunciar
a alguno de los grupos que comenté antes".
Ahora ambos teníamos ya
nuestro equipaje y nos dirigimos a la puerta. Él tendió su mano, la que 5
minutos antes no había tendido. Nos dimos un apretón. "Gracias,
encantado de haberle conocido", dijo. Se detuvo un momento. "¿Sabe?
Pienso en los grandes sacerdotes que conocí de niño. Y ahora, que trabajo en
IT en la Regis University, conozco algunos jesuitas devotos. No deberíamos
juzgarles a todos ustedes por los horribles pecados de unos pocos".
- "Gracias",
sonreí. Supongo que las cosas se habían arreglado porque, mientras se iba,
añadió: "al menos, le debo un chiste: ¿qué sucede si no puedes pagar a
tu exorcista?"
- "Ni idea",
respondí.
- "Una re-posesión"
Nos reímos y nos separamos. Pese al final feliz, aún temblaba y casi sentí que necesitaba un exorcismo para expulsar de mi alma sacudida el horror que todo este asunto ha significado para las víctimas y sus familias, para nuestros católicos, como ese hombre... y para nosotros, los sacerdotes.
Traducción del texto del
arzobispo Dolan sobre una experiencia vivida en 2011, titulado "An airport encounter"
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario