domingo, 7 de diciembre de 2014

¿Qué hacen los padres de la Constitución para defenderla?

En el 36 aniversario de la Carta Magna

¿Qué hacen los padres de la Constitución para defenderla?

Eduardo García serrano
La Constitución de 1978, que nació del consenso nacional, hoy sólo aglutina en torno a ella desacuerdo sobre su vigencia y continuidad. Disenso fomentado, paradójicamente, por la mayoría de los padres del texto constitucional que aún viven.
Los Padres de la Constitución, de izquierda a derecha: Fraga, Cisneros, Peces Barba, Pérez Llorca, Solé Tura, Herrero de Miñón y Roca. / Archivo
Desde la la primera Constitución Española, la Pepa de 1812, la actual, aprobada en 1978, está siendo la más longeva de las ocho que España ha tenido desde aquellas Cortes de Cádiz que dejaron escrito en su ley de leyes que "los españoles eran justos y benéficos". Conmemoramos los 36 años de vigencia de la Constitución de 1978 y hoy, aquel corpus legal que nació con vocación de amparo y refugio para todos los hombres y las tierras de España como un eco jurídico del verso de Blas de Otero "España, camisa blanca de mi esperanza", está siendo más cuestionada que nunca pero no sólo por sus adversarios, incluso enemigos, declarados como tales, sino por algunos de sus propios padres y de los partidos políticos que la construyeron. Más allá de la retórica institucional y del besamanos oficial del 36 aniversario de la Constittución de 1978, no cabe más preguntarse ¿ qué han hecho los padres de la ley de leyes para defenderla ?  ¿Treinta y seis años después se siente desafactos ? ¿ Preparan el escenario para abrazar otros valores intrínsecos de otro modelo de Estado ? ¿ Lo de 1978 fue una impostura que, 36 años después, no merece ser tomada en serio ?
Fueron siete los llamados Padres de la Constitución: Gabriel Cisneros (UCD), Manuel Fraga Iribarne (AP), Gregorio Peces Barba (PSOE), Jordi Solé Tura (PSUC, federado en el PCE), Miguel Herrero de Miñón (UCD), José Pedro Pérez Llorca (UCD) y Miguel Roca (Minoría Catalana). Los cuatro primeros ya han muerto. De ellos, sin duda, el que mejor encarnó la actual situación de crisis que atraviesa la Constitución y la falta de voluntad y coraje político para defenderla frente a la amenaza independentista, fue Gregorio Peces Barba cuando proclamó, poco antes de morir, que "en las revueltas y sublevaciones de Portugal y Cataluña en 1640, para España habría sido mejor quedarse con Portugal y haber perdido Cataluña". No es el desahogo de un hooligan. Se trata de la reflexión de un padre constitucional que, al final de sus días, renunció a defenderla política y personalmente. ¿ Se rindió ante el desafío separatista o es que era perfectamente consciente de lo que iba a pasar, y por lo tanto responsable, cuando patrocinó la inclusión en el texto constitucional del término nacionalidades ? Treinta y seis años después, los herederos de Peces Barba en el PSOE patrocinan una reforma constitucional que consagre el federalismo porque consideran que el texto de 1978 es, como decía Napoleón de los Borbones, una vieja peluca empolvada.
La Constitución, que nació del consenso nacional preestablecido en la formulación de Torcuato Fernández Miranda de "ir de la ley a la ley" para ordenar un marco de convivencia evolucionado, a la vez que nuevo, respecto del régimen del general Franco, es evidente que el consenso más numeroso que hoy aglutina en torno a ella es el de, en el mejor de los casos, reformarla radicalmente sólo para dar satisfacción a sus enemigos interiores, los separatistas. Precisamente a los que se trató de satisfacer y apaciaguar en 1978 con el término nacionalidades. Treinta y seis años después quieren su propio Estado, administratívamente vinculado a  una suerte de conglomerado de Estados Ibéricos como llegó a pedir, explícitamente, Paqual Maragall durante los primeros compases de la elaboración del nuevo Estatuto de Cataluña, que es el antecedente inmediato y próximo del disenso nacional con el que estamos conmemorando el 36 aniversario de la Constitución de 1978 . Y ante esto ¿ qué hacen los padres de la Constitución para defenderla ?
De los que sobreviven, Miguel Roca, a la sazón abogado defensor de una Infanta de España, se ha mostrado partidario de una consulta catalana que permita escenificar el derecho a decidir de Cataluña en la actual deriva independentista liderada por CiU. Roca no ha tenido empacho en criticar el modelo constitucional establecido en la Carta Magna, que él elaboró, diciendo, además, que el Tribunal Constitucional no le merece ningún respeto por las objeciones que puso al estatuto de Cataluña y que, desde entonces, no se cree nada de lo que el TC pueda decir o hacer. En la actualidad, Miguel Roca aboga por lo efímero del actual modelo constitucional, al que considera agotado y se muestra partidario de que los catalanes decidan libremente su encaje, o no, en España. Aunque sí manifiesta que el procreso rupturistra catalán le produce  mucha angustia porque Cataluña, históricamente, siempre ha gestionado mal los escenarios rupturistas. Por su parte, Miguel Herrero de Miñón, que hace muchos años ya fue galardonado con la máxima condecoración que otorga el separatismo vasco: el Premio Sabino Arana, se muestra absolutamente partidario de dar satisfacción a todas las reivindicaciones y aspiraciones nacionalistas, especialmente tras la tregua de ETA. Para este padre de la Constitución, el Derecho de Autodeterminación sí tiene cabida en la Carta Magna; y sostiene tan peregrino y peligroso argumento en la equiparación de las Naciones-Estado de Europa con las autonomías españolas, asegurando que si las primeras han cedido soberabía a la UE, España debería hacer lo mismo respecto de sus regiones autonómicas. Cuando Felipe González contestó que esa interpretación de la Constitución podría acabar en Sarajevo, Herrero de Miñón respondió con un lácónico "no es la más afortunada de sus frases". Finalmente, Pérez Llorca, que voluntariamente se apartó de la política, sólo reapareció con motivo de la abdicación del Rey Juan Carlos para hacer un elogio de su figura y de su obra proclamando, a la vez, el valor y la vigencia de la Constitución de 1978. En definitiva, 36 años después los padres de la Carta Magna parecen estar cada vez más cerca de la célebre frase de Fernando VII sobre la Constitución de 1812, pronunciada poco antes de cargarse a La Pepa. "Marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional".  

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