miércoles, 3 de diciembre de 2014

La Economia Sumergida: 'No hay opción:Hay que comer' POR RAQUEL QUÍLEZ Y VIRGINIA HERNÁNDEZ

'No hay opción:Hay que comer'

"Te daban la oportunidad de aprender un oficio pero a cambio de muchas horas, un sueldo muy bajito y sin contrato". "Es lo único que encuentras, y tienes pagos, facturas, una hija… Lo acabas viendo como normal y no lo es". "Estoy trabajando a domicilio y sin declarar, no me queda más remedio". "En el campo te pueden dar de alta hasta las 12 de ese día, los piratas juegan con la norma". "Las empresas no quieren hacer papeles, sólo alguien que le haga el trabajo rápido". "Me va a quedar una pensión de miseria y eso que llevo trabajando 50 años".
Dolores, Félix, Lola, Mónica, Rafael y Juan Antonio. Sus circunstancias son diferentes, sus procedencias distintas y los empleos en los que se ganan la vida parecen tener poco que ver. La primera trabajó en el sector de la joyería, el segundo conduce un camión, Lola atiende niños con dificultades en el habla; Mónica pasó muchas jornadas en el campo, y Juan Antonio, con los zapatos.
Todos han trabajado o siguen trabajando en negro. Una realidad que, además de afectar seriamente a las arcas del Estado, fomenta la competencia desleal y dificulta el día a día de estas personas. Y emborrona sus planes de futuro. Trabaja, cobra, ahorra, procura no enfermar, 'si no lo quieres, otro lo hará por ti'. '¿Jubilación? Quién sabe si habrá pensiones el día de mañana'.
En un país que ha llegado al 26% de paro y a los seis millones de desempleados (datos de la EPA), se estima que el 8% del PIB es consecuencia del fraude laboral. Un número que, según el informe de la Fundación de Estudios Financieros 'La economía sumergida en España', equivaldría a un millón de puestos de trabajo. Aunque la conversión no es tan sencilla como parece en los papeles: la mayoría del empleo sumergido que existe en nuestro país no podría salir a la luz en las condiciones que marca la ley.

Cuentas sociales muy negras

"Cuando se habla de economía sumergida se piensa primero en el problema fiscal, pero para mí son más importantes las condiciones sociales, laborales y de vida que marca esta forma de trabajar", sentencia Antoni Ybarra, catedrático de Economía de la Universidad de Alicante, una de las provincias españolas con mayor economía sumergida, un 25,9% según los últimos datos del sindicato de técnicos de Hacienda (Gestha).
Él ha visto condiciones laborales inaguantables, talleres sin baños ni agua corriente y con temperaturas de más de 40 grados. Techos de metal o de uralita que cubren jornadas sin horarios ni festivos, y sobres que a veces están vacíos. O con mucho menos dinero del acordado. "Les dicen 'te pago cuando puedo y si no te pago, olvídate. Si quieres lo coges y si no lo dejas'".
"La pregunta es si pueden elegir o no, si caen ahí porque no tiene otra cosa. Pero hay que analizar de qué forma estamos siendo competitivos, por ejemplo, en los muebles, en los juguetes o en los textiles. Nos estamos situando en la mayor vía de explotación que hay, en la de China, en la del norte de África. La desregulación es lo que nos está permitiendo ser competitivos", analiza sobre una cuestión peliaguda que, reconozcámoslo, también hace que los productos estén más baratos en las tiendas. "Se ha permitido porque da la oportunidad de presentar cuentas de resultados en positivo, pero esas cuentas son muy negras socialmente".
Vídeo: Maite Vaquero
"En una situación de recesión económica como la que vive España", explica el sociólogo Alejandro Portes, profesor de Princeton y uno de los expertos más reconocidos mundialmente en economía informal, "permite a un gran porcentaje de la población tener algunos ingresos, explica por qué mucha gente puede sobrevivir y no está pidiendo en la calle, y abarata una serie de bienes y servicios para el resto de la población".
Esa es la cara A. Pero el sonido de la B es mucho más desafinado. Chirría: "Es una pérdida enorme de recursos para el Gobierno, es propia de países poco desarrollados, porque los más avanzados tratan de reducirla incorporando esa actividad a la economía formal, y distorsiona de una manera tremenda todos los cálculos macroeconómicos: hay buena parte de la economía del país sobre la que no se puede actuar", destaca Portes.

Los sectores más oscuros

Compruebe en las barras qué porcentaje de cada sector está 'sumergido' y pase el ratón sobre las mismas para consultar los valores absolutos en millones de euros.
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30%Construcción
20%Hoteles / Restaurantes
19%Comercios
17%Industria
15%Transporte / Comunicación
11%Sanidad / Servicios Sociales
11%Agricultura
9%Inmobiliarias
9%Servicios Sociales / Personales
Fuente: Informe Visa Europe | Gráfico: Rubén López

Infracciones laborales

  • Prescriben a los tres años salvo en materia de Seguridad Social, que caducan a los cuatro.
  • Se imponen a propuesta de Inspección de Trabajo, después de un expediente, un procedimiento administrativo y un acta.
  • Las infracciones leves van desde los 60 a los 625 €; las graves, de los 626 a 6.250 €; y las muy graves, desde los 6.251 a los 187.515 €.
  • Se exigirá la devolución de las cantidades indebidamente percibidas o no aplicadas correctamente por las empresas.
  • Podrá haber pérdida temporal de la pensión o prestación, o extinción de subsidios.
  • Los trabajadores infractores podrán perder sus derechos como demandantes de empleo. Si son extranjeros, podrán ser expulsados.
  • Quien emplee extranjeros sin autorización, pagará de multa 10.000 € por trabajador.
  • Dar ocupación a más de cinco trabajadores sin alta o permiso de trabajo puede ser un delito penado con hasta seis años de cárcel.
  • La infracción grave por no solicitar el alta del trabajador podrá llegar a 10.000 € por empleado.La muy grave por ocupar a beneficiarios de prestaciones o pensiones, a 187.515 €.
  • Si hay varias personas afectadas habrá recargo: del 20% si son dos trabajadores al 50% si afecta a cinco. Cada multa no podrá superar los 187.515 €.
  • La multa por obstruir de manera grave la labor del inspector puede llegar a los 10.000 euros. Si es muy grave, a los 187.515 euros.

"El trabajo clandestino se ha institucionalizado en el calzado"

Tarde de compras y, entre las bolsas, unos zapatos de piel, cómodos y con el sello de 'made in Spain' en la suela. Un buen desembolso y la sensación de que nuestros pies agradecerán el gasto, aunque se resienta la cartera. Hasta aquí, nada chirría. Pero vayamos más allá. ¿En qué condiciones se ha fabricado ese calzado?
La respuesta arroja una realidad de explotación, salarios de apenas 600 euros a destajo, horas extra a poco más de cuatro y sin cotizar y enfermedades laborales que jamás serán reconocidas porque no hay prueba alguna de que esa miopía galopante o esa desviación grave de columna sean culpa del tajo. Para cualquier consumidor, comprobar la calidad de los zapatos, que el precio parezca justo y ver que se han elaborado en España son garantía de legalidad. Nada más lejos de la realidad.
En el sur de Alicante se localizan la mayoría de las fábricas de calzado de España y, desde finales de los 80, las condiciones han empeorado a gran velocidad. "El trabajo clandestino se ha institucionalizado", explica Juan Antonio Maciá, secretario de la Federación del Calzado de UGT, que conoce a la perfección un sector en el que también trabajó y que se estima que sumerge entre el 45% y el 50% del empleo.
Las marcas más conocidas ya no fabrican prácticamente nada, sino que sirven de comerciales que encargan la faena a empresas más pequeñas y exigen precios cada vez más bajos. Quien más barato lo ofrezca, se lleva el encargo. Sin importar las condiciones laborales. "¿Y cómo sale más rentable? —inquiere Juan Antonio— No pagando seguros sociales".
"Cuando se inicia la relación laboral, lo primero que te dicen es que las condiciones las ponen ellos y que no va a haber ni vacaciones ni festivos ni horas de médicos. Cuando interviene el sindicato, les cuentan que queremos cerrar la fábrica. El trabajador está acobardado y llega un momento en que es cómplice", sentencia el sindicalista.
Cuando llegan los inspectores de trabajo, reciben respuestas falsas. Los empleados están aleccionados. "Mientras ellos no se decidan a tirar este sistema, son esclavos. No tienen ningún derecho y si hablan, entran en las listas negras", añade Maciá sobre una situación perversa. Tanto que si se consigue llegar al que figura como responsable, éste suele ser insolvente: un mero testaferro con ninguna propiedad.

Realidades cotidianas

Grandes números frente a economías domésticas. Miles de millones frente al simple ticket del supermercado. Picarescas para pagar menos impuestos, contrapuestas a realidades de pura supervivencia. "Entre comer y no comer, tengo que comer, es un vicio que tenemos todos los españoles", reconoce Mónica sobre un sector, el del campo, de los más 'sumergidos' de España. Ella trabajó durante más de 20 años en la recogida de patatas, de naranjas, aceitunas o en lo que se terciara. Conoce bien las costumbres. "Hay tantísima mano de obra que los empresarios tienen la facultad de poder jugar con nosotros, de poder decir 'tú me lo haces por 20, éste me lo hace por mucho menos'. Si pides que te den de alta, es que no vienes a trabajar más".
Tú o el resto de tus compañeros. Dolores se dedicó durante 14 años a la joyería en Córdoba y sólo tuvo contrato dos años. Podía aprender el oficio, ganar dinero y aspirar a una nómina formal en cuanto la situación mejorara. "Me decían, 'denúncialo', pero es que en el taller había 60 personas y sólo 10 estaban contratadas. Había mucho padre de familia y, si hablaba, ponía a esas personas en peligro".
Una solidaridad que hace que el que más derechos tiene reconocidos mantenga la boca cerrada e incluso vaya a trabajar cuando no le toca. "Yo he conseguido hace poco que me metan las horas en nómina —dice Francisco, trabajador fijo de la industria del calzado en Elche— y no debería ir a trabajar los fines de semana. Pero es que veo al resto de compañeros y no puedo dejarles así". Algunos de su gremio cobran salarios de apenas 600 euros. A otros les ofrecen poner el precio de la cotización porque lo van a pagar ellos. ¿Quieres cobrar más cuando vayas al paro? Tu sueldo será la diferencia.
Vídeo: R. Domínguez
La crisis ha traído una caída de salarios muy importante, una pérdida de derechos y una sumisión de la gente.
Luis Suárez-Machota, abogado laboralista

"Hay jornaleros rogando para que les den de alta"

"Hay personas que están yendo a trabajar gratis a cambio de que les den de alta. ¡Rogando para que les den de alta!". El testimonio que nos deja Mónica descubre uno de los grandes pozos de economía sumergida en España: el campo. Las cifras asustan: según CCOO, el empleo en negro supone el 90% de la actividad en campañas como la recogida de cítricos. Yendo más al detalle, en 2013 en Jaén se declararon 2.543.000 jornadas mientras que el nivel de producción demuestra que hicieron falta 6.753.000. Más de cuatro millones de días de trabajo no existieron a efectos fiscales.
La situación es dramática en regiones como Andalucía, donde el 94% de los trabajadores son eventuales y cuando acumulan 35 días cotizados tienen derecho a seis meses de subsidio agrario, 420 euros al mes.
"Las cosechas duran muy poco y si no existiese el subsidio, nunca acumularían lo suficiente para una prestación por desempleo", explica Antonio Perianes, secretario general de la Federación Agroalimentaria de CCOO Andalucía. Pero el sistema tiene un lado perverso del que se aprovechan los empresarios.
El contrato en el campo es diario y, en principio, verbal, ya que depende de la meteorología. El empresario tiene hasta las 12.00 de la mañana para registrar las altas y 28 días para comunicarlas con carácter retroactivo así que, al final, decide lo que declara en función de si ha pasado o no el inspector. Además, el pago es semanal: la tercera semana preguntan al trabajador cuántos días quiere de alta y en la siguiente, le descuentan las cotizaciones correspondientes —el 15% del salario diario—.
El resultado es que el jornalero termina calculando cuánto necesita para cobrar el subsidio y el resto, lo ingresa en negro. Incluso hay empresas que venden peonadas a 20 euros.
Las condiciones del sector empeoran a marchas forzadas. En el cítrico, el convenio marca 48 euros al día por siete horas y media, cinco días a la semana, pero se está pagando a 20 euros trabajando sin descanso.  Además, hay intermediarios que compran la fruta del árbol imponiendo un precio y recurren a ETT ilegales que se registran en el pueblo sin cumplir las normas y recogen a las cuadrillas mediante otro intermediario, el manigero, cuentan desde CCOO. "En cada paso se pierde el equivalente a tres salarios: tres trabajadores menos o los 24 de la cuadrilla asumiendo el recorte salarial", explica Perianes.

Titulados y 'sumergidos'

De un primer vistazo, las características personales de los que se ven abocados a situaciones así de extremas pueden ser rentas bajas, poca preparación o cualificaciones inexistentes; circunstancias en las que el mantra es 'te pago lo que quiero y agradécemelo, porque al menos llevas algo a casa'. Por eso llama más la atención que profesionales universitarios, grandes perfiles formados gracias a los impuestos de todos, también vivan situaciones en las que lo cobrado a fin de mes no da para vivir y tiene un tono muy oscuro. Falsos autónomos, contratos a tiempo parcial para jornadas que llegan fácilmente a las 12 horas, becas que nunca terminan de materializarse en puestos de trabajo… Aparejadores, ingenieros, periodistas, fisioterapeutas, investigadores…
Lola es logopeda y tiene un postgrado en dificultades de aprendizaje. Trabaja con niños cuyas deficiencias requerirían terapias controladas por un equipo de profesionales. Dice que los fondos públicos para tratamientos así son escasos y muchas veces ni llegan. Ella va de casa en casa y, con precios por sesión de apenas 10 euros, ni se plantea darse de alta como autónoma. Sobrevive como puede, pero sabe que no podrá acceder a subsidios. Tiene 55 años. "Intento vivir el presente, pero si no me contratan jamás conseguiré tener cotizados los años suficientes", explica sobre una losa que sabe que le amenaza.
Una perspectiva con la que se puede topar llamémosle Manuel, con dos carreras universitarias (una de ellas, Fisioterapia, con una nota de acceso solo apta para estudiantes brillantes) y masajes en clínicas y domicilios. Es joven y pudo acceder durante un tiempo a pagar una cuota de autónomos de 50 euros para poder salir del negro, a pesar de que trabajaba siempre para el mismo jefe. Manuel cuenta con un final de mes digamos poco ambicioso y sin vacaciones pagadas. Día libre, día sin ingresos. "Al principio piensas que será durante un tiempo, te pruebas, pero luego te das cuenta de que seguirá siendo así", concluye.
Esfuerzos como los de los jóvenes investigadores que, con tal de terminar sus tesis, son capaces de seguir hora tras hora en el laboratorio aunque la dotación se haya terminado. Por mucho que cobren el paro o estén contratados a media jornada. "Lo comprendo", dice María Luisa Botella, genetista del CSIC, y miembro de la llamada 'marea roja', que pide al Gobierno al menos volver a los presupuestos en investigación de 2009 porque la situación es insostenible. "Lo entiendo porque se tenga mucha vocación y tu situación personal no te permita irte fuera de España. Pero eso a la larga quema, así no se puede seguir, y terminas dedicándote a otra cosa. Estas personas no se merecen ese trato, porque aquí encima nunca hay el afán de ganar dinero".
Pocas razones para el optimismo que el abogado laboralista Luis Suárez-Machota analiza desde sus 40 años de experiencia en estas lides. "Presiento que el problema no tiene visos de solución. Yo empecé cobrando lo que mi secretaria, porque éramos una especie de cooperativa, pero en esa generación teníamos un proyecto y participábamos en una España que iba ascendiendo. Pudimos casarnos, tener una casa, incluso a algunos puede habernos ido bien, pero eso se ha cortado para estas nuevas generaciones".
Para él el desmantelamiento del tejido industrial de España, las normas cada vez más permisivas en materia laboral y la crisis que azota desde 2008 han traído una caída de salarios y de derechos, "y una sumisión como yo nunca la he vivido". Ve cómo el comportamiento y la mentalidad de los trabajadores son muy diferentes a los que se tenían en los 80 o en los 90, épocas también de crisis. "Los operarios de la nave tienen mayor sindicalización que los que trabajan en consultoras o en empresas de servicios, que se creen clase media", apunta.
Cara A y cara B. "Lo acabas viendo como normal y no lo es", que decía Félix. Él se marchó de una empresa de transportes en la que duplicaba jornada, les demandó, pero en la nueva las condiciones tampoco son las ideales. Un sueldo en nómina y otro en un sobre. "Al final, es lo único que encuentras". Y a seguir al volante.

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