Según un análisis de Convivencia Cívica Catalana a 13.456 cargos
La clase política catalana, 'un colectivo diferenciado' del resto de la población de Cataluña
Rosalina Moreno
Viernes, 5. Diciembre 2014 - 15:06
Comentario Editorial: Como ya se ve en la imagen, el tal Arturito Más está loco de atar y es de psiquiátrico. Todo un esquizofrénico ciclotímico que no sabe donde se ata las borlas. Todo un megalómano.
Varón, catalanohablante, que no ha trabajado nunca en el sector privado y que ha desarrollado toda su carrera bajo el paraguas de su partido político y la administración pública. El 30 por ciento no dispone de ninguna licenciatura o diplomatura. Sólo uno de cada cinco es castellanohablante.

Varón, catalanohablante, que no ha trabajado nunca en el sector privado y que ha desarrollado toda su carrera bajo el paraguas de su partido político y la administración pública. Estos son algunas de las características del perfil medio del político catalán.
Así se desprende del análisis sociodemográfico realizado por Convivencia Cívica Catalana, “entidad que defiende derechos de los ciudadanos y aporta, desde un punto de vista independiente del poder político catalán, información y análisis sobre la realidad de Cataluña”.
El estudio arroja que “la clase política catalana constituye un colectivo diferenciado en algunas de sus características del resto de la población de Cataluña”, según señala a GACETA.ES el jefe del análisis, Jesús Sanz.
Esta plataforma, presidida por Francisco Caja, ha llegado a esta conclusión tras examinar a 13.456 cargos políticos, desde en ayuntamientos al Parlamento, pasando por las diputaciones y el ‘Govern’.
Convivencia Cívica Catalana subraya que uno de los rasgos más diferenciales de la clase política es el idioma. Indica que sólo uno de cada cinco es castellanohablante, cuando ésta es la lengua mayoritaria entre la población.
En cambio, “los catalanohablantes, minoría del 36 por ciento en la sociedad, copan el 80 por ciento de los cargos políticos”.
En este sentido, la plataforma hace hincapié en que “una divergencia lingüística de esa magnitud entre representantes y representados resulta llamativa en una democracia” y que “explicaría la brecha existente en el ámbito de las políticas identitarias y lingüísticas entre la sociedad y la clase política de Cataluña”.
“Nos sorprende que muchas veces se hable de integración que tiene la sociedad catalana cuando realmente sólo una quinta parte de los dirigentes son castellanohablantes”, añade Sanz.
Por otra parte, esta entidad ha constatado la sobrerrepresentación de determinados apellidos familiares en la política catalana desde hace décadas. Informa de que un grupo de familias con apellidos que sólo están presentes en el 13 por ciento de la población catalana copan el 40 por ciento de todos los cargos políticos, sobre todo, los de más relevancia.
“Ahí entrarían en el juego los Pujol, Ésteve, Roca, Mas y determinados apellidos ilustres que desde hace muchos años prácticamente monopolizan el poder, ya no sólo en el Gobierno de la Generalitat, sino también en muchas instituciones locales, en muchos puestos de dirección en sociedades participadas públicas en Cataluña”, manifiesta el portavoz de Convivencia Cívica Catalana. Éste también es el caso de los Vila, Serra, Solé, Vidal, Bosch, Font, Puig, Rovira, Martí, Sala, Ferré y Planas.
Por el contrario, apellidos que son más comunes entre los ciudadanos, como los Gutiérrez, Jiménez, López, Hernández, “están prácticamente desaparecidos entre la clase política catalana”.
Apunta, también, para dar fe de ese distanciamiento que Josep, Jordi y Joan son los tres nombres más frecuentes de políticos y los más comunes entre la población son José, María y Antonio.
Otra de las conclusiones del estudio es que casi un 30 por ciento de ellos no dispone de ninguna licenciatura o diplomatura, y que entre los titulados predominan los que han estudiado áreas relacionadas con el derecho y la economía.
Asimismo, dos de cada tres no han trabajado nunca en una empresa privada. Han sido funcionarios, empleados de la administración pública o bien directamente políticos desde el inicio de su trayectoria profesional.
Además, la plataforma ha detectado una notable desigualdad por género. Según informa, más del 70 por ciento de los cargos políticos catalanes son ocupados por hombres y apenas el 30 por ciento por mujeres, “lo que dista notablemente de las recomendaciones de equilibrio de la Ley 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres en el ámbito político”.
“Últimamente se ha popularizado el apelativo de ‘élite’ o ‘casta’ para referirse a los políticos, frecuentemente con intención despectiva. Sin llegar al uso de estos términos, ponemos de relieve que constituyen un grupo diferenciado respecto al común de la sociedad catalana”, sentencia Jesús Sanz.
Así se desprende del análisis sociodemográfico realizado por Convivencia Cívica Catalana, “entidad que defiende derechos de los ciudadanos y aporta, desde un punto de vista independiente del poder político catalán, información y análisis sobre la realidad de Cataluña”.
El estudio arroja que “la clase política catalana constituye un colectivo diferenciado en algunas de sus características del resto de la población de Cataluña”, según señala a GACETA.ES el jefe del análisis, Jesús Sanz.
Esta plataforma, presidida por Francisco Caja, ha llegado a esta conclusión tras examinar a 13.456 cargos políticos, desde en ayuntamientos al Parlamento, pasando por las diputaciones y el ‘Govern’.
Convivencia Cívica Catalana subraya que uno de los rasgos más diferenciales de la clase política es el idioma. Indica que sólo uno de cada cinco es castellanohablante, cuando ésta es la lengua mayoritaria entre la población.
En cambio, “los catalanohablantes, minoría del 36 por ciento en la sociedad, copan el 80 por ciento de los cargos políticos”.
En este sentido, la plataforma hace hincapié en que “una divergencia lingüística de esa magnitud entre representantes y representados resulta llamativa en una democracia” y que “explicaría la brecha existente en el ámbito de las políticas identitarias y lingüísticas entre la sociedad y la clase política de Cataluña”.
“Nos sorprende que muchas veces se hable de integración que tiene la sociedad catalana cuando realmente sólo una quinta parte de los dirigentes son castellanohablantes”, añade Sanz.
Por otra parte, esta entidad ha constatado la sobrerrepresentación de determinados apellidos familiares en la política catalana desde hace décadas. Informa de que un grupo de familias con apellidos que sólo están presentes en el 13 por ciento de la población catalana copan el 40 por ciento de todos los cargos políticos, sobre todo, los de más relevancia.
“Ahí entrarían en el juego los Pujol, Ésteve, Roca, Mas y determinados apellidos ilustres que desde hace muchos años prácticamente monopolizan el poder, ya no sólo en el Gobierno de la Generalitat, sino también en muchas instituciones locales, en muchos puestos de dirección en sociedades participadas públicas en Cataluña”, manifiesta el portavoz de Convivencia Cívica Catalana. Éste también es el caso de los Vila, Serra, Solé, Vidal, Bosch, Font, Puig, Rovira, Martí, Sala, Ferré y Planas.
Por el contrario, apellidos que son más comunes entre los ciudadanos, como los Gutiérrez, Jiménez, López, Hernández, “están prácticamente desaparecidos entre la clase política catalana”.
Apunta, también, para dar fe de ese distanciamiento que Josep, Jordi y Joan son los tres nombres más frecuentes de políticos y los más comunes entre la población son José, María y Antonio.
Otra de las conclusiones del estudio es que casi un 30 por ciento de ellos no dispone de ninguna licenciatura o diplomatura, y que entre los titulados predominan los que han estudiado áreas relacionadas con el derecho y la economía.
Asimismo, dos de cada tres no han trabajado nunca en una empresa privada. Han sido funcionarios, empleados de la administración pública o bien directamente políticos desde el inicio de su trayectoria profesional.
Además, la plataforma ha detectado una notable desigualdad por género. Según informa, más del 70 por ciento de los cargos políticos catalanes son ocupados por hombres y apenas el 30 por ciento por mujeres, “lo que dista notablemente de las recomendaciones de equilibrio de la Ley 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres en el ámbito político”.
“Últimamente se ha popularizado el apelativo de ‘élite’ o ‘casta’ para referirse a los políticos, frecuentemente con intención despectiva. Sin llegar al uso de estos términos, ponemos de relieve que constituyen un grupo diferenciado respecto al común de la sociedad catalana”, sentencia Jesús Sanz.
Convivencia Cívica Catalana se constituyó en Barcelona el 22 de febrero de 1998. Desde su fundación ha desarrollado una intensa labor ante los Tribunales para defender la libertad lingüística “vulnerada por los sucesivos gobiernos autonómicos, impugnando todos y cada uno de los reglamentos de desarrollo de la Ley de Política Lingüística”.
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