El coronavirus deja casi 300.000 empleos menos y medio millón de afectados por ERTE hasta marzo
La EPA confirma el desastre del empleo: en el primer trimestre la ocupación cayó en 285.000 personas y el paro subió hasta los 3,3 millones
Madrid Actualizado:
Como se esperaba, la crisis del coronavirus ha tenido una incidencia negativa en el empleo. Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), publicada por el INE, la crisis del covid-19 ha destruido 285.600 empleos y el paro subió hasta los 3.310.000 millones. Son los peores datos desde 2013. Además, en los primeros quine días se paralizó el trabajo a 509.800 personas. En el total del trimestre, son 562.900 personas las afectadas por un ERTE, que suman un total de 578.300.
La EPA del primer trimestre confirma los malos datos de empleo por la crisis del coronavirus. A pesar de que en la misma la incidencia del covid-19 queda diluida porque recoge la media de los tres primeros meses. Esto quiere decir que en la muestra de enero a marzo solo se ve reflejada las primeras dos semanas de la crisis, la segunda quincena, cuando se decretó el estado de alarma.
Además, hay que tener en cuenta que esta caída de la ocupación no se tienen en cuenta a los afectados por un ERTE, que ascienden en la actualidad a casi cinco millones de personas. Por lo que el impacto en el empleo de esta crisis es mayor aún. Desde el INE han detallado que las personas que vieron paralizada su actividad en esos quince días fueron 509.800, hasta llegar a las 562.900 en todo el trimestre. El número total de afectados asciende a 578.300.
Los datos de enero a marzo son tradicinalmente negativos en el empleo. El fin de la campaña de Navidad perjudica notablemente a esta estadística, que no revierte esta situación pese a que al final del trimestre comienza a prepararse las contrataciones de Semana Santa y la campaña de verano. Así, la crisis del covid-19 ha agravado más la situación. Así, en la media del primer trimestre, la ocupación cayó en 285.600 personas, el peor dato desde 2013.
Igualmente, el paro también tuvo el pero registro desde ese año. En concreto, creció en más de 121.000 personas, hasta los 3,3 millones. La tasa de desempleo subió hasta el 14,41%. Desde el INE se explica que la estadística del paro incluso puede ser peor, ya que estima que que muchos trabajadores que hayan perdido su empleo se hayan clasificado como inactivos, los cuales han aumentado en 257.500 personas este trimestre, «debido a que no han podido cumplir con las condiciones de búsqueda de trabajo que la definición de paro de la EPA determina para que sean considerados parados».
Pensó en la suerte en el viaje de vuelta. En cómo te abandona, pasa de largo y de pronto se vuelve, te mira … y se queda
Actualizado:
A J.R., desde la esperanza siempre
En el tren apenas apartó la mirada de la ventanilla durante el viaje. De tanto recorrerlo se sabía de memoria el paisaje; según la estación y la hora podía adivinar la inflexión de la luz en el campo, la posición del sol sobre los cerros, la dirección de la sombra en los encinares. Ella leía a su lado, o dormitaba, y de tanto en tanto le tomaba la mano sin hablarle. Habían hecho tantas veces el trayecto, desde aquella primera en que los ojos de los dos se dijeron la palabra «siempre» mientras caía la tarde; ese siempre lejano de la juventud, cuando el amor parece eterno, inmune, constante. Ese siempre de las certezas invulnerables que se quedan de golpe en el aire cuando un médico está a punto de abrir el sobre del diagnóstico con la expresión sombría de un momento grave.
Para hacer tiempo dieron una vuelta por un Madrid atestado, un hormiguero humano entre el que se escuchaba en los bares el familiar sonsonete de la lotería. Ambos supieron sin decirlo que mitigaban el vacío de la ansiedad mirando escaparates y hasta fingieron un cierto entusiasmo al comprar unos regalos para las niñas. Luego ella se sintió cansada y se sentaron en el hall de un hotel a tomar una bebida; dejaron correr el reloj con muy pocas palabras, como si todo estuviese dicho al cabo de tantas noches de insomnio, de la congoja de largas jornadas de vómitos y convulsiones frías, de las interminables sesiones de veneno inyectado, de los angustiosos postoperatorios en la habitación de la clínica. Ya casi no les hacía falta hablar y los dos preferían evitarlo para no infundirse mutuos temores, para preservarse el uno al otro de tristes conjeturas presentidas.
Tomaron un taxi hasta el hospital, donde un árbol de Navidad lucía en el vestíbulo con una calidez que les pareció artificial, voluntarista, como una hueca expresión de bienvenida. El oncólogo los hizo pasar a un despacho, sacó los informes, dio rodeos desconcertantes que los envolvieron en una angustia seca, en el vacío desabrido de una esperanza marchita, y de repente pronunció de forma apenas audible la palabra que llevaban meses anhelando en la zozobra de la soledad compartida. Limpia. La tuvo que repetir antes de que se abrazaran como chiquillos llorosos, con una euforia tímida, casi culpables de exteriorizar en aquel lugar de dolor su expresión de alegría.
Tampoco hablaron mucho en el tren de vuelta. Decidieron apagar los teléfonos para encerrarse en el silencio aliviado de una vida repuesta. Sonreían con suavidad al mirarse y él se volvió a contemplar por la ventana la noche ya caída sobre el paisaje de fuera. Durante un rato cerró los ojos para aislarse de todo, mientras ella flotaba en una especie de ingrávida transparencia. Pensó en la suerte, esa compañera tornadiza, infiel, traviesa; en cómo te abandona, pasa de largo y de pronto se para, te mira, se vuelve… y se queda.
Que el expresident sea una rata no significa que el Estado sea un gato
Puigdemont está tan pendiente de sí mismo y de su juego del gato y el ratón con el Estado que hay varias cosas de las que todavía no se ha percatado y son las que precisamente van a finiquitarle.
La primera es que él sea una rata no significa que el Estado sea un gato. El Estado no es un gato: es una maquinaria, a veces siniestra, pero siempre inapelable, que va a aplastarle. A él y a cualquiera que ose desafiarle, como así tiene que ser. A fin de cuentas, es la fe lo que nos salva, pero es el temor de Dios lo que nos mantiene atentos y firmes.
Tampoco se ha dado cuenta don Carles de que Cataluña ha pasado página. Hay muchos independentistas que votan independencia pero luego es lunes y martes y miércoles y van a trabajar y no están dispuestos a entregar a «la causa» nada más que su voto y veinte céntimos para lucir el lacito amarillo en la solapa. Vida normal, como la que hemos visto en las calles catalanas desde la aplicación del artículo 155. Por mucha coquetería amarilla, gregaria y bastante de pacotilla que ha ayudado a tanta gente anónima a creer que sus vidas vacías tienen de repente algún sentido, nadie ha dejado de ir al cine, al súper o a Disney porque los Jordis o Junqueras estén en la cárcel, tal como nadie dejará de salir a cenar o de comprarse un iPhone si Puigdemont, creyendo que hace el héroe, regresa a España y es encarcelado.
Esto que no sabe Puigdemont, lo sabe el Estado, lo saben la inmensa mayoría de los catalanes y sobre todo lo sabe Esquerra, que ha recomendado a su líder que cante la gallina -si es preciso- para salir de la cárcel, y espera en cambio que Puigdemont se cueza en la salsa de su fraude electoral, con la promesa de que regresaría si ganaba. Tanto si acaba en Estremera como si se queda en Bruselas, Puigdemont está políticamente muerto y Junqueras será el único presidenciable legítimo y real cuando salga de la cárcel.
La tranquilidad con que la sociedad catalana ha encajado las severísimas medidas que el Gobierno ha tomado en Cataluña le han recordado no sólo al presidente Rajoy sino al conjunto de los españoles que cuando la Ley se defiende y se aplica con todo su vigor y toda su autoridad, no tienen ningún problema para imponerse ni para ser aceptada. Siempre, siempre palidecen los demagogos cuando comparece el Estado.
Por ello Esquerra, aunque quedó tercera, sabe que si juega bien sus cartas se hará con la presidencia de la Generalitat, se consolidará como partido central y fiable, y a cambio de rebajar la tensión identitaria evitará frustraciones innecesarias, castigos que ahora ya sabe que siempre llegan cuando no se cumple con la Ley, y podrá ensanchar la base social del independentismo pactando con los Comunes. Al mismo tiempo, Puigdemont se quedará vagando por Bruselas y el PDECat tendrá un grupo parlamentario de risa –¡hasta hay una profesora de natación!– con el que poca cosa podrán hacer, a parte del ridículo.
Y si el expresident y los suyos no aceptan postrarse ante Esquerra, se tendrán que repetir las elecciones en marzo, que es lo que todos menos Puigdemont necesitan y quieren. El forajido y la realidad se llevan tan mal que el pobre hasta cree que el jueves ganó algo.
Así consta en una sentencia a la que ha tenido acceso la Agencia EFE y que es la primera que se dicta tras los recursos presentados por la Delegación del Gobierno en la Comunitat Valenciana contra nueve Ayuntamientos que exhibieron banderas republicanas (Sagunto, Silla, Paiporta, Xeraco, Barxeta, Bunyol, Benifaió, Tavernes de la Valldigna y Algemesí).
La sentencia del Juzgado de lo contencioso administrativo número 10 de Valencia, notificada este miércoles y contra la que cabe recurso de apelación se ha dictado después de que la Delegación del Gobierno impugnara la exhibición de la bandera republicana en el balcón del ayuntamiento de Barxeta por el 86 aniversario de la proclamación de la II República Española.
El juez indica que esa actuación no supone “una específica vulneración de la normativa de banderas”, como alegaba la Delegación, pues no se sustituyó la bandera oficial de España por la no oficial de la II República, y la ley que regula el uso de la bandera de España no prohíbe nada relativo a otras banderas no oficiales ni representativas de la institución.
No obstante, afirma que el que no se haya vulnerado la normativa de banderas no quiere decir que esta actuación sea lícita, pues el Ayuntamiento de Barxeta “no puede pretender servirse de las potestades que la autonomía municipal le confiere para fines políticos distintos de lo previsto legalmente”.
La sentencia señala que la dirección política del Ayuntamiento de Barxeta “se ha apropiado” de la institución que dirige “para fines políticos ajenos a esta, contrarios al principio de objetividad, neutralidad y respeto al conjunto de ciudadanos del municipio (y no solo a sus votantes)”, por lo que su actuación es contraria a derecho.
El Consistorio de Barxeta había comparado su actuación con la colocación en el Congreso de los Diputados de la bandera del “orgullo gay” durante una semana, pero el juez destaca que esta bandera es representativa de un movimiento social destinado al “pleno respeto y equiparación de los ciudadanos” sin discriminación por su orientación sexual.
Aclara que esta bandera no es propia de una institución o una formación política, sino de un movimiento social; que su objeto es una reivindicación de respeto y equiparación total, y que es “perfectamente lícita” la decisión del Congreso de los Diputados de acogerla en el marco de su acción política, “al contrario” que en la actuación de Barxeta.
Por tanto, añade que “mal puede efectuarse comparación alguna” y desestima todas las pretensiones del Ayuntamiento de Barxeta, al que impone las costas procesales, con un límite de 500 euros por todos los conceptos y actuaciones del pleito principal.
Todo ello, añade la sentencia, sin perjuicio “del derecho y deber” del Ayuntamiento condenado de solicitar en su caso y de ser procedente el reintegro de ese importe de la autoridad o funcionario responsable de la actuación declarada contraria a derecho.
La espada ha sido, históricamente, un arma de guerra, máxima expresión de la violencia. Siendo, además, Fernando III, conquistador de la ciudad de Sevilla, donde reinaba un estado de tolerancia religiosa. Por si no quedara claro el mensaje, la presencia en la mano izquierda de un globo terráqueo representando al mundo deja a las claras que el símbolo representa la conquista mediante la guerra. Asimismo, es conveniente recordar que la conquista de Sevilla produjo una limpieza étnica de gran parte de su población autóctona y degeneró muy pronto en un clima de hostilidad, odio, violencia y discriminación para los que optaron por quedarse. No es de recibo que el escudo de una ciudad que se ha manifestado múltiples veces de forma masiva contra cualquier expresión de violencia lleve implícita una llamada a la conquista y a la guerra.
Siguiendo la máxima de que todo lo que puede empeorar empeora, el 21-D ha dejado un escenario inquietante, amargo, triste y desolador para los que perdieron, pero también para los que ganaron. La gran victoria de Ciudadanos -histórica en todos los sentidos- sólo le servirá para seguir haciendo oposición al independentismo. El proceso político degenerativo al que ha abocado a Cataluña y a España el independentismo catalán no se ha regenerado en las urnas, sino todo lo contrario. Hace sólo dos meses, PP, PSOE y Ciudadanos consideraban que las elecciones autonómicas eran la solución adecuada para pasar la página de las actuaciones ilegales de la mayoría de gobierno independentista. Para eso, el Gobierno activó el 155. Las urnas, sin embargo, no han resuelto la grave crisis de Estado, sino que la han agravado. Algo más de dos millones de catalanes profesan el independentismo no con mentalidad política, sino religiosa. Y con su voto han dicho a toda España que les da igual que sus dirigentes se salten todas las leyes, que las empresas abandonen Cataluña y que Europa y el universo entero no les hagan ni caso. Las elecciones convocadas por el 155 no han devuelto ni la normalidad, ni la estabilidad, ni la serenidad, ni la sensatez a la política catalana. El plan ha fracasado y no existe constancia de que exista un plan B.
Estupor es la emoción más extendida entre los partidos políticos no independentistas tras el 21-D. Ocasión tendrán con motivo de la tregua vacacional de Navidad y Año Nuevo para digerir el resultado de las urnas al mismo tiempo que el turrón y el cava. El día de reflexión de las elecciones catalanas se cumplieron dos años de las elecciones generales que debilitaron seriamente al bipartidismo. Dos años desde que la política en España quedó cristalizada, empantanada, paralizada y estancada en brazos de una fragmentación parlamentaria que noqueó a PP y PSOE, al tiempo que los nuevos, Podemos y Ciudadanos, se han mostrado incapaces de dar vida productiva a su actuación en las instituciones nacionales.
La crisis catalana es inseparable de la crisis nacional. El atasco catalán es el atasco español. «Estamos en el peor momento de la democracia española, con todas las heridas abiertas. Ha quedado bastante claro que el 155 se activó demasiado tarde, con procesos judiciales abiertos que se han solapado con las dinámicas políticas y electorales. Un disparate. Un escenario de pesadilla que además tiene muy difícil corrección». Así se expresa un político español que ha ocupado cargos de mucha responsabilidad.
A la cabeza del país, un presidente del Gobierno cuyo partido ha sido barrido del mapa catalán. El PP esperaba una derrota, no una humillación. El volumen del descalabro ha sorprendido a esta formación política hasta dejarla sin habla. Es muy fuerte acabar en el Grupo Mixto.
Recreándose en la suerte y la habilidad que le ha permitido salir indemne de todas las pruebas que le han salido al paso desde que ingresó en política, Mariano Rajoy ha aplicado a la rebelión catalana la receta de la casa. Sin embargo, ha quedado bien a la vista que esta vez no le ha dado resultado ni la paciencia, ni la templanza, ni refugiarse en la aplicación estricta de la Ley, ni la fe en que una mayoría de catalanes caerían en la cuenta de que el independentismo era un mal negocio para su futuro.
Rajoy gobierna un país que quieren abandonar más de dos millones de españoles que viven en Cataluña. Un muro con el que se estrella cada vez que se abren las urnas en esa comunidad autónoma. Aun en el caso de que los partidos independentistas con mayoría en el Parlamento de Cataluña abandonen su deriva -lo cual parece inevitable-, las causas judiciales abiertas contra una quincena de políticos catalanes de primera fila convierte el futuro inmediato en un laberinto sin salida verosímil.
Seguro como está -con motivo- de que el PP es un ejército disciplinado que no se dejará desestabilizar por el aliento de Ciudadanos soplándole en la nuca, Rajoy se ha dado tiempo hasta ver cuáles son los siguientes pasos de la mayoría absoluta independentista. Para explicar la ley de hierro que este partido ha incorporado a su ADN, baste señalar que el candidato que pasó de 11 escaños a 3 el 21-D sigue en su cargo. Quizá en cualquier otro país democrático resulte algo extraño que un descalabro semejante no lleve a la dimisión irrevocable e inmediata del candidato -o de alguien- la propia noche electoral. En el PP, sin embargo, tal circunstancia forma parte de su normalidad. De tal forma que nadie asume nunca la responsabilidad de los fracasos. Parece que Xavier García Albiol -con criterios de lógica política- ofreció su dimisión a Rajoy y éste le dijo que siguiera en su sitio.
El silencio de los dirigentes del PP. Con la excepción de Alberto Núñez Feijóo, que discrepó de la tesis -rupturista sin duda- que culpaba a Inés Arrimadas de haber ganado y de que el PP hubiera perdido. El presidente gallego dijo lo obvio, que la culpa de la derrota del PP la tenía el PP.
Pero si, al modo de los cuentos de Dickens, pudiéramos levantar el tejado de la sede del PP para otear qué pasa dentro de un edificio aparentemente en calma, veríamos que la preocupación, el enfado y la tristeza son muy tangibles en la calle Génova. El reconocimiento de que se han cometido errores de diagnóstico y de actuación por parte del Gobierno en la crisis catalana cobra fuerza dentro del PP. No en los últimos meses, sino en los últimos años.
Las miradas se dirigen, sobre todo, a la vicepresidenta del Gobierno. Hace poco más de un año, Rajoy designó a Soraya Sáenz de Santamaría como ministra para Cataluña y le otorgó todos los poderes para gestionar el combate legal y político contra el independentismo. Durante los últimos meses, todas las decisiones del Gobierno sobre Cataluña las han tomado el presidente y la vicepresidenta. Los ministros de Rajoy -sumamente entrenados en no meterse donde no les llaman- se han enterado de las decisiones estratégicas casi por la prensa. Por ello, algunos dirigentes del PP apuntan a que la vicepresidenta no puede eludir su responsabilidad en el fracaso de la estrategia en Cataluña. Desde la Operación Diálogo, hasta el 1 de octubre, pasando por el 21-D. Naturalmente que es remota -por no decir inverosímil- la posibilidad de que el presidente del Gobierno pida responsabilidades a su número dos o prescinda de ella. Entre otras cosas -no menores-, porque la palabra sucesión envenena los sueños y las pesadillas del PP de Rajoy.
Está en su segunda legislatura, tiene por delante la decisión suprema de repetir o no como candidato a La Moncloa y cualquier movimiento -por leve que sea- es interpretado en clave sucesoria. De nada sirve que el interesado haya repetido -la última vez en la campaña catalana- que se presentará porque se siente con fuerzas. El cotilleo sucesorio es uno de los pasatiempos favoritos de las comidas y cenas de la extensa familia del PP. Ahora, se añadirá el ingrediente de la pujanza de Ciudadanos. Es bien cierto que después de la irrupción de Albert Rivera hace dos años en Cataluña pasó algo parecido, y las elecciones generales no validaron la pronosticada pujanza de Ciudadanos en el electorado del centro-derecha español. Pero no es menos cierto que nadie puede garantizar que pasará exactamente lo mismo en futuras citas electorales.
La incógnita se cierne, pues, sobre la actual legislatura cuando sólo ha cumplido un año. Nadie duda de que Rajoy intentará agotarla, pero tampoco nadie está seguro de que pueda hacerlo. La dinámica electoral para los comicios autonómicos y municipales se pondrá en marcha en el año que comenzará dentro de pocos días. La negociación de los Presupuestos dará una pista. Rajoy no tiene garantizado el respaldo del PNV, aunque intentará lograrlo. Si no lo consigue, los prorrogará.
Tampoco luce un aspecto muy saludable la hipotética alternativa de Gobierno que dice representar el PSOE. Los resultados de Miquel Iceta en Cataluña no permiten apreciar que los socialistas estén dando pasos hacia la mayoría necesaria para gobernar España. Como mucho, han detenido su caída. El respaldo de Pedro Sánchez al Gobierno en todas las decisiones sobre Cataluña ha desdibujado al PSOE como principal partido de la oposición en el Congreso. Algunos diputados del PP se malician de que puede existir un pacto -implícito o explícito- del presidente del Gobierno y del líder del PSOE para que la legislatura dure todo lo que sea posible. La razón última es que ni a uno ni a otro les interesan las elecciones generales anticipadas. «Después de lo que está pasando en España, lo que nos faltaba era convocar elecciones generales», dijo Mariano Rajoy en su rueda de prensa del viernes. Una versión nueva del «menudo lío». El presidente del Gobierno huye de los líos, pero los líos corren más que él.
Acabamos de vivir un ejemplo más de esta vieja práctica comunista -y socialista- que consiste en asesinar y practicar una violencia salvaje contra quien es considerado enemigo político y después, hablar de autodefensa y culpar al otro, al que se denomina fascista.
Víctor Laínez no había hecho más que lucir unos tirantes con la bandera de España. Fue suficiente para que le costase la vida. Ahora, quienes pretenden defender al supuesto asesino, Rodrigo Lanza, lo justifican señalando que la víctima había militado en Falange en los años ochenta y que había hecho en y con ello limpian su conciencia e intentan influir en la opinión pública. Pero esto no es nada nuevo. Se vivió durante la Segunda República. Cuando los falangistas caían como moscas a manos de los poistoleros comunistas y socialistas, en su mayor parte de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) de Santiago Carrillo. Entonces, también se hablaba de la violencia provocadora de lo que llamaban el fascismo español. De Falange Española de las JONS.
Este artículo recopila muchos de los asesinatos cometidos por comunistas y anarquistas antes de que, en junio de 1934, los falangistas mataran, en venganza por un asesinato previo, a un militante de las JSU.
La primera víctima de Falange fue el joven miembro de las JONSJ José Ruiz de la Hermosa, asesinado en Daimiel (Ciudad Real) el 2 de noviembre de 1933. Era funcionario de Hacienda destinado en Canarias. Viajó a Madrid para asistir al acto de presentación de Falange en el Teatro de la Comedia el 29 de octubre de 1933 y, después, fua a su localidad natal, Daimiel, a visitar a su familia. Cuando estaba allí acudió a un mitin de las JSU donde se criticó al Gobierno y a Ruiz de la Hermosa se le ocurrió gritar “Recordad Casas Viejas”, en alusión a la represión del Gobierno Azaña contra milicianos anarquistas en aquella localidad. La multitud empezó a golpearle y le sacaron a golpes hasta la puerta donde un tal José Ruiz de la Hermosa (coincidían los apellidos de víctima y asesino) le apuñaló y, una vez en el suelo, fue golpeado hasta quedar irreconocible. Murió como consecuencia de los golpes.
Solamente un mes después, en Zalamea de la Serena (Badajoz) era asesinado otro falangista, Juan Jara. De profesión panadero, había sido uno de los fundadores de Falange en ese próspero municipio extremeño. Una noche, tras discutir de política con varios socialistas del pueblo, regresaba solo a su casa y fue asesinado de un disparo en la cabeza, por detrás por uno de los socialistas con los que había discutido.
El 26 de ese mes, en Villanueva de la Reina (Jaén) caía Tomás Polo Gallego. Fue atacado por un dirigente local de las Juventudes Socialistas en la noche del 24 de diciembre mientras cantaba villancicos en un bar. Dos días después moría como consecuencia de las heridas sufridas.
La siguiente víctima la encontramos en Madrid, el 11 de enero de 1934. Francisco de Paula Sampol era un joven estudiante universitario que había tenido la osadía de comprar el segundo número del semanario falangista FE. Tras separarse unos metros del punto de venta del periódico, recibió dos disparos por la espalda que le atravesaron el corazón. Murió al instante. Matías Montero fue asesinado el 9 de febrero de 1934. A sus 21 años cursaba quinto de medicina en la Universidad de Madrid y pertenecía al Sindicato Español Universitario (SEU) y había estado vendiendo el semanario FE. Cuando regresaba en solitario por la calle Juan Álvarez Mendizabal de Madrid, recibió dos disparos por la espalda en el corazón. Después, otros tres disparos más en el estómago. El asesino, Francisco Tello – afiliado a las JSU_, fue juzgado y José Antonio Primo de Rivera, que ejerció la acusación particular, consiguió para él una condena de 23 años y 3 meses. De poco sirvió, porque fue indultado en febrero de 1936 tras la llegada al poder del Frente Popular.
El 8 de marzo siguiente, mientras vendía el semanario FE, era asesinado a tiros Angel Montesinos Carbonell, un joven dependiente de comercio que se había afiliado a Falange en los primeros momentos. Su asesinato tuvo lugar en la calle Fuencarral.
La siguiente víctima fue una de las que más consternación causó entre los primeros falangistas. Fue el asesinato de Jesús Hernández Rodríguez, un alumno de bachillerato de tan solo 15 años. Fue asesinado junto a la Casa del Pueblo situada en la calle Augusto Figueroa de Madrid por un grupo de miembros de las JSU que salió del local. Recibió un disparo por la espalda que le atravesó la arteria femoral causándole una lenta muerte desangrado.
En el municipio jienense de Torreperojil murió asesinado José Hurtado García, un pequeño propietario agrícola de 22 años de edad que era afiliado a Falange y hermano del jefe local del partido. El 6 de junio de 1934, José Hurtado estaba trabajando en un cortijo que tenía arrendado. Eran las seis de la madrugada y recibió una comitiva de huelguistas que le obligaron a despedir a las decenas de trabajadores que había contratado para la faena porque los consideraban esquiroles. Tras explicar a sus empleados que era mejor no enfrentarse, se quedó solo en la explotación y, una hora después recibió aviso de la Guardia Civil de que acudiera al cortijo Poco Humo, en el que los propietarios se habían enfrentado a los huelguistas. El dueño de ese cortijo se encontraba herido de bala y encerrado junto a su familia en la vivienda del cortijo a la que los militantes socialistas y anarquistas habían prendido fuego.
A pesar del riesgo, José Hurtado entró en la vivienda e intentó sacar a la hija pequeña de los dueños que tenía tres años. Los huelguistas se lo impidieron a tiros. Volvió al interior de la casa e intentó salir por una ventana trasera, pero fue sorprendido y asesinado de un disparo en la cabeza mientras tenía a la pequeña de tres años en brazos.
El 10 de junio de aquel año fue asesinado en Valdesilla de Santander Francisco Marcano Gartua. Volvía de noche andando desde el municipio de Corrales de Buelva cuando fue cercado por un grupo de afiliados a las JSU que le propinaron una paliza y lo dejaron abandonado en la cuneta dándole por muerto. Eran las 10 de la noche, y no fue recogido hasta las siete de la mañana siguiente. Trasladado al centro de salud de Valdesilla, murió a las pocas horas.
Estos son solamente diez ejemplos. Pero son decenas más. Iremos contando sus casos para mostrar que antes de que lo que ellos llaman el fascismo español -Falange- matara al primer afiliado de las JSU, fueron casi medio centenar los caídos de la Falange. De ellos se burlaban sus enemigos -de izquierda y derecha- diciendo que FE no eran las siglas de Falange Española, sino de Funeraria Española.
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Otras entradas del blog Crímenes del comunismo que te pueden interesar:
1.Máxima importancia a una política educativa que fomente una amplia base cultural general y desarrollo de la ciencia.
2. Detener la colonización cultural por el inglés, volviéndolo a programar como lengua extranjera y no como lengua superior.
3. Neutralidad en política exterior, con salida de la OTAN y diplomacia activa a favor de la paz.
4.- Reivindicación activa de Gibraltar, con cierre de la verja en caso de negativa inglesa a devolverlo
5.- Presión dentro de la UE para volver a la colaboración económica, incluso con alianza militar pero sin ejército común y sin menoscabo de la soberanía nacional.
6.- Prohibición de partidos que busquen la disgregación de España.
Más democracia
1.- Ley electoral que garantice un hombre un voto, con igualdad de todos.
2.- Supresión del control político de la justicia, más recursos y agilización de los procesos, y supresión del Tribunal Constitucional
3.- Amplia autonomía administrativa y municipal, y supresión de la autonomía política, que permitiría suprimir innumerables parlamentos, cargos políticos parasitarios, etc.
4.- Supresión de las subvenciones públicas, fuente de mil corrupciones, y tope del 20% a los impuestos sobre personas físicas y jurídicas.
5.- Derogación de las tres leyes totalitarias implantadas por el PSOE: memoria histórica, LGTBI, soberanía parlamento regional con estatutos anticonstitucionales; e ilegalización de las terminales políticas de la ETA.